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Viernes, 17 de septiembre 2021, 01:06
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No por más comentada la problemática dejaba de ser grave: a pesar de la apertura de 89 nuevas aulas provisionales, con capacidad total para 3.560 alumnos, «a razón de cuarenta alumnos por aula, cifra estimada como tolerable, aunque la óptima sea solo de treinta», aún quedaban unos 3.000 niños residentes en la ciudad sin plaza escolar.
«Este aparente contrasentido», leemos en EL COMERCIO de hace hoy medio siglo, «se explica teniendo en cuenta que las nuevas 89 aulas citadas necesitan, para su inmediata puesta en marcha, ser dotadas de profesorado y mobiliario, tarea de la que ha de encargarese el Ministerio de Educación y Ciencia».
En definitiva: que, entre los unos y los otros, la casa sin barrer. «Cuando esto ocurra, y parece ocioso subrayar la urgencia del caso, las necesidades de plazas en materia de enseñanza general básica dentro del municipio gijonés quedarán cubiertas, y bien cubiertas», señalaban, por entonces, las fuentes informantes. Por el momento, unas 1.960 peticiones de plaza no habían podido ser atendidas: respectivamente, 400 del grupo Menéndez Pidal; 200 del Primo de Rivera; 500 del Rey Pelayo; 360 del Héroes del Simancas y 300 del grupo de Roces. En el sueño de los justos descansaban las nuevas aulas que, de estar «dotadas de profesorado y mobiliario, absorberían mañana mismo el déficit».
Eran tres en Cabrales; otras tres en Pumarín (en el grupo Rey Pelayo); tres en el Jovellanos y otras tantas en Lloreda; 16 en Roces y en Ceares; cuatro en el Menéndez Pidal, de El Llano; 20 en El Cerillero; 12 en El Llano de Arriba, dos en Roces y, finalmente, siete en San Miguel, en Pumarín. No serían las únicas abiertas sobre la bocina para cubrir todas las necesidades de aquel Gijón del 'baby boom': en los próximos meses se planteaba la apertura de otras 39, repartidas entre El Llano de Arriba, Cabueñes, Monteana, El Natahoyo y Lloreda.
«Por último, en diciembre estarán terminadas otras ocho nuevas aulas, 320 plazas, en El Natahoyo». Mientras tanto, la población seguía creciendo. aún más por el trasvase de Uninsa... ¡y la ciudad, sin colegios!
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