Cura para la sangre viciada
La zarzaparrilla del doctor James Cook Ayer purificaba los fluidos corporales, mejoraba el acné y sanaba dolencias según sus anuncios
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El remedio era antiguo. Tanto que su impulsor, James Cook Ayer, natural de Connecticut, llevaba muerto doce años cuando se publicitó en España la zarzaparrilla que le había hecho famoso allende los mares. «Cuando la sangre está adelgazada o impura, todos los órganos y fibras del cuerpo se debilitan e incapacitan para resistir las enfermedades predominantes», advertía, hace hoy 130 años, un anuncio en la sección publicitaria de ELCOMERCIO. Para eso y más ofrecía solución el jugo de la 'Smilax aspera', o zarza en román paladino, junto a otras sustancias combinadas en los laboratorios del doctor Ayer de Winchendon, Massachusetts.
En general, para todo lo que se pudiera considerar un síntoma «de sangre viciada»: «carbunclos, granos, erupciones, mal de ojos, úlceras, tumores o hinchazón de las glándulas». La zarzaparrilla, medicina que contaba con «reputación universal por cerca de medio siglo como el mejor purificador de sangre», prometía curarlo todo. Se trataba de «un extracto altamente condensado de los más poderosos vegetales alterativos y tónicos», una suerte de aceite esencial. «Es el remedio más efectivo para la escrófula, e igualmente beneficioso para la gota, reumatismo, catarro e hidropesía, lo mismo que para los desarreglos del hígado y riñones. Es una medicina para hombres, mujeres y niños».
Emporio farmacéutico
Fue la zarzaparrilla una de las recetas, a medio camino entre lo natural y el laboratorio, más populares de un siglo que poco a poco llegaba a su fin. Su impulsor, crearía uno de los primeros emporios farmacéuticos con base a productos como este, el pectoral de cereza o las píldoras catárquicas, con nombre que hoy sería dudosamente comercial. Más de 20 millones de dólares llegaría a acumular en sus cuentas el doctor, aunque eso no fue óbice para que el exitoso farmacéutico tuviera un final dramático: murió a los 60 años, enfermo mental e ingresado en un psiquiátrico. Pero con un legado que le sobreviviría. Ahora, en 1890, su zarzaparrilla llegaba a Gijón y se anunciaba disponible «en las principales farmacias y droguerías». Un negocio, qué duda cabe, de lo más próspero.
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