Borrar
Una serie que propone una visión diferente de la ciudad.
Del Dindurra a San Lorenzo, en el corazón de la ciudad

Del Dindurra a San Lorenzo, en el corazón de la ciudad

Javier Hernández Cabezudo retrata en su acuarela, a base de fotos e ingenio, una esencia de Begoña desnuda de su habitual bullicio

ANA RANERA

GIJÓN.

Sábado, 25 de abril 2020, 00:13

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La última vez que Javier Hernández Cabezudo (Gijón, 1960) recorrió el paseo de Begoña, el bullicio se imponía entre el ir y venir despreocupado y las animadas charlas que se libraban en las mesas de las terrazas salpicadas por la zona. No hay, por eso, en su recuerdo de este rincón tan emblemático, ningún atisbo del miedo y de la incertidumbre que ahora imagina que se habrán instalado también en esas anheladas aceras. A Hernández Cabezudo, arquitecto por profesión y miembro de la asociación AcuarelAstur por pasión, le tocó echar mano de los pinceles en esta ocasión con su escenario brillando en la pantalla.

No pudo inmortalizarlo en directo, sino que debió conformarse con reconstruirlo a base de fotografías, memoria e ingenio. Se funden, por eso, mágicamente sobre su papel, pasado y presente: el pretérito de las sombrillas y el de los últimos clientes apurando el tiempo y la vida al otro lado del escaparate de la cafetería Dindurra, con el presente de las siluetas recortadas en sus balcones y de los paseos que solo valen si van acompañados de un carrito de la compra.

Desde un decimosegundo

Se echa de menos ahora, pintando doce pisos por encima de la avenida de la Costa, sentir la brisa secando los trazos en el lienzo. «Cuando comenzó la cuarentena me desmotivé, estuve dos semanas sin pintar, se me fueron las ganas. Pero, poco a poco, he ido retomándolo», cuenta Hernández Cabezudo. Aunque él esté más que acostumbrado a pintar desde casa, le falta la vida que suele aliarse a los paisajes. «Evocas los lugares y son diferentes, las personas en mis cuadros tienen mucha importancia y ahora, al no aparecer, los sitios tienen menos gracia», reflexiona.

A este arquitecto gijonés enganchado de forma reciente y casual a la acuarela, le basta con preguntarse a sí mismo cómo será la composición antes de hacerla. «Utilizo la regla de los tres tercios y coloco los elementos importantes en un tercio del cuadro», desvela. Un truco que le sirvió también para plasmar uno de sus enclaves preferidos. «Begoña es un sitio representativo de Gijón y el Dindurra es uno de los cafés emblemáticos. Además, me encanta la iglesia de San Lorenzo y las terrazas de la calle Covadonga. Es un conjunto muy interesante», anota el autor.

Minuciosidad

Con la imagen dibujada primero en sus pensamientos, pudo entonces salvar con la imaginación los 600 metros de distancia que lo separan del escenario elegido y, así, empezar a moldear con la pintura el rocío primaveral que cubría el suelo y el blanco opaco de las nubes que encapotaban la mañana de abril. Siguió Javier Hernández Cabezudo haciendo florecer los árboles caducos y continuó con el ocre de la esquina del Dindurra y las jambas y los dinteles de cada ventana.

También pintó los edificios que se levantan según avanza la calle Covadonga hasta su final en la Plazuela y quiso imaginarse un tiempo pasado -que esta vez, sin duda, fue mejor- retratando a dos tímidos clientes en una de las mesas.

De la iglesia de San Lorenzo no le faltó detalle por reflejar. Trazó su cruz, sus torres y su rosetón con la minuciosidad de cada línea que le exige su profesión y después alzó las farolas que pueblan la calle. Le faltó esta vez poder pintar el desfile de viandantes que habitualmente atraviesa Gijón, dotando a su acuarela de esa vida que precisamente él tanto extraña.

Pronto, seguro, cicatrizará esta sangrante herida que ya dura demasiadas semanas y Hernández Cabezudo podrá, de nuevo, retratar la ciudad, con las ganas y el ritmo que ojalá nunca se hubieran marchado.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios