«No todos entienden aún que una buena novela negra puede ser una buena novela»
Alexis Ravelo. Premio Café Gijón El autor grancanario llega a la Feria del Libro de Gijón con 'Los nombres prestados', una historia en la que nadie es quien parece ser
MIGUEL ROJO
GIJÓN.
Jueves, 16 de junio 2022, 01:07
Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) estará hoy en la Feria del Libro de Xixón (Escuela de Comercio, 18.15 horas) presentando 'Los ... nombres prestados', una historia negra, a medio camino entre el western y el thriller, que convoca en un pequeño pueblo de España, a mediados de los ochenta, a dos personajes que, con nombres falsos, tratan de huir de su pasado. Ninguno es quien parece ser, pero sus pecados, que no les dejan dormir, tampoco les dejarán vivir tranquilos a pesar del tiempo transcurrido.
-Después de llevarse el Hammet con 'La sombra del pequinés', ahora el Café Gijón. Parece que la ciudad le trae suerte...
-Sí, y los 20.000 euros del premio vienen muy bien. Es la primera vez en mi vida que tengo cierta comodidad y tranquilidad. Los escritores vivimos un poco a salto de mata, de los royalties y de los proyectos que van saliendo. Un premio así te permite renunciar a algunos encargos, yo me lo tomo como una beca de escritura para hacer mi siguiente novela.
-De hecho, el Hammet supuso para usted un importante impulso a su carrera.
-La primera vez que me llevé un premio importante fue el Hammet. Era mi novena novela, pero apenas habían salido de las islas, y fue esa la que me llevó el espaldarazo. Haber ido a Gijón ese año era ya un premio: la Semana Negra es el evento más señero del género en España. Siempre que puedo vuelvo, y ahora el Café Gijón tiene otra dimensión de espaldarazo. Tengo un buen palmarés, pero casi todos los premios eran del ámbito del género de la novela negra. Que el Café Gijón se fije en esta novela es un impulso importante de cara a la crítica. Se demuestra que una buena novela negra es una buena novela, algo que no todos entienden todavía.
-Tampoco es una novela negra al uso.
-El jurado la describió como un thriller. Yo no creo que lo sea, porque no se ajusta exactamente a lo que se espera de un thriller. Pero sí es una novela muy negra, muy política. Yo la insertaría en la neopolar francesa. Está escrita como un western en realidad: Se desarrolla en una zona rural a la que llegan personajes que huyen de su pasado, pero el pasado los alcanza. Y se anuncia un 'OK corral' inminente, se ve venir desde la mitad del libro. Buscaba que la historia fuese un poco como las de Cormac McCarthey, que la boca te sabe a polvo cuando las lees.
-Toca un tema muy delicado: el del terrorismo en tiempos de la dictadura y la represión por parte del Estado.
-Cuenta el encuentro entre dos personas que han causado mucho dolor desde distintos lados de la lucha política. El terrorismo y la represión del Estado. La novela transcurre a mitad de los 80, por lo que salen por ahí de fondo temas como el GAL. La pregunta que me planteaba era qué ocurre con estas personas cuando pasan los años, se hacen mayores y descubren el dolor que han causado. ¿Cómo duermen por la noche? Uno de los motores de la novela son esas preguntas.
-¿Es posible el perdón o la redención en esos casos?
-Es posible que te perdone otra persona, pero es imposible que te perdones a ti mismo. Somos el juez más severo de nosotros mismos. Ellos se juzgan, intentan redimirse, cambian de actitud. Pero después puedo contestarme a mí mismo que no duermen bien. Incluso pensé en titularla 'El verdugo insomne'. Cuando la noche cae, te acosan los fantasmas.
-Unas heridas que no están cerradas en nuestro país.
-De alguna manera la novela tiene intención alegórica. Cuando la escribía me daba cuenta de que podría suceder en Irlanda, en Perú, en Colombia... en cualquier país que tenga heridas abiertas con la violencia política. Hay dos personajes, 'Roco' y Abel, un perro y un niño con baja capacidad intelectual, que abren la puerta a cerrar esas heridas. A través de ellos, los dos protagonistas están condenados a entenderse. Y la única manera de cerrar heridas es ponerse de acuerdo en los valores sagrados que hay que proteger.
-¿Cree que esos valores los tiene claros todo el mundo en la actualidad?
-Hasta hace poco había cosas que eran sagradas en el discurso público: la tolerancia, la defensa de la igualdad... Todo eso lo están atacando personas que han venido para llevar la política hacia la violencia. Mientras escribía la novela ocurrían cosas maravillosas en España, como que ETA dejaba de matar, el entorno abertxale se acercaba a la política... pero al mismo tiempo la vida política se polarizaba e iban conquistando espacios estos otros señoros. Todo eso se va colando en la novela, porque los libros no son un elemento impermeable.
-Se nota que es una novela muy trabajada...
-Estuve siete años trabajando en ella. Surgió de una visita a una exposición canina y después estuvo entrando y saliendo del cajón durante años. Los proyectos que salen rápidos te dan de comer. Este es más personal, más complejo. Quería hacer algo distinto, procuro mudar de estilo y de razones, como decía Lope. Quería un estilo seco, sin florituras, pero que fuese muy plástico, que el lector se sintiese igual que los personajes.
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