La gran fabada de Fontaciera cumple 40 años

Fue en 1984 cuando, realizando el montaje de un hórreo en una finca de Perlora, Pedro Gil, vecino de Fontaciera, se encontró con una pota asturiana de hierro fundido. Mostró interés por ella, con tan buena suerte que el dueño se la regaló. Aunque en un principio no sabía bien para qué utilizarla, quiso la casualidad o el destino que dos años antes de la adquisición comenzaran con las fiestas parroquiales. Y en las de ese año decidió utilizarla para hacer una buena fabada, tradición que se mantuvo, con idéntico protagonista de los fogones, hasta hoy, 40 años después.

Esa primera fabada, unas 90 raciones, la hicieron «con mucho miedo de que se pegaran, pensando que acabaríamos comprando latas», rememora Cheni Arenas, que lleva desde el inicio de las fiestas ayudando en la cocina. Pero todo salió «a pedir de boca», sonríe Pedro. Eso hizo que se corriera la voz y aumentaran las reservas. Buscaron por tanto más potas. Una la encontraron en un anticuario de Luarca. Era más grande y estaba mejor conservada. Con ella llegaban a las 250 raciones, pero seguía sin ser suficiente.

Por eso, Pedro aprovechó un viaje a Portugal para conseguir otra. Aunque no era como la tradicional asturiana, cumplía su misión. El problema fue que pese a llevar un coche grande la pota no entraba. «La pusimos como pudimos, en el asiento de atrás entre dos personas y tapada con una manta». Con tal panorama, «¡en aduanas casi no nos dejan pasar!», pero finalmente lo consiguieron y hoy en día cuentan con capacidad para satisfacer a 400 comensales.

En 40 años haciendo fabadas, hubo cómo no momentos de tensión. En una ocasión, Pedro y su ayudante Dani Herrera (hijo de Cheni) se olvidaron de desalar el tocino. Nerviosos, sin saber muy bien qué hacer, aprovecharon el dulzor de las manitas de cerdo para compensarlo. «Nadie se dio ni cuenta y hasta ahora no había dicho ni mu», confiesa Pedro, que a sus 71 años sigue al frente de la cocina y así seguirá siendo «hasta que aguante».

Aunque la fabada es el plato grande de unas fiestas donde reina la gastronomía –este año será el 23, 24 y 25 de agosto–, ofrecen comida «lo más casera y tradicional posible», explica Adán Gil, hijo de Pedro y hoy día al frente de la comisión de festejos. Para poder hacerlo de la forma más cómoda posible, cuentan desde 2019 con una cocina portátil en la que trabajan siete personas donde hacen cebollas rellenas, picadillo, tortilla y un sinfín más de platos. En total, unas 20 conforman la Sociedad Cultural y de Festejos de Fontaciera. Destacan el papel de proveedores siempre dispuestos como la carnicería La Salada, de Lugo de Llanera. «En 2022 nos quedamos sin lomo y a las once de la noche nos abrieron la carnicería para conseguir más», alaba Adán.

Este año, las fiestas de San Roque arrancan el viernes 23 con la cena de la hermandad y las segundas jornadas de la matanza. Ese día invitan a un chupito de queimada, 'made in' Pedro, a los asistentes. Esta primera cita vecinal se remonta a uno de los primeros años, cuando, tras horas y horas de montaje de la barraca ,«dieron las tantas y nos pusimos en el prao a cenar alumbrados con las luces de los coches», recuerda Pedro.

El sábado 24 será el día de los callos y costillas guisadas a las dos y media de la tarde. El domingo, a la una, habrá misa en la capilla de San Roque y actuación de Turruxón. La fabada en pota de hierro y el arroz con leche (por 20 euros) será a las 14.30 horas. Por la tarde, harán un bocadillo de nueve metros que se obsequiará a los asistentes. «Intentamos hacer una oferta gastronómica que se diferencie del resto de fiestas. Al ser finales de agosto, queremos ofrecer algo distinto», recalca Adán. Fontaciera está de aniversario. Y quiere que se note.