Un 'hachódromo' en pleno centro de Gijón para liberar tensiones
Dos empresarios ponen en marcha un negocio para lanzar hachas y planean un 'cuarto de la ira' para destrozar televisiones o impresoras
Sin definir si se trata de un deporte, una terapia, un simple juego o una excentricidad, pero lo cierto es que este sábado por la tarde el local de lanzamiento de hachas estaba hasta la bandera. Sí, en Gijón, en la calle Ribadesella, al lado de la estación de autobuses, desde este sábado existe un establecimiento en el que todo aquel que lo desea puede pagar (9 euros por persona) por lanzar hachas a una diana. Así de fácil y así de extraño.
«Esto desestresa», argumenta Alejandro Garea, rodeado de amigos, con un hacha de un kilo en la mano y practicando la técnica para intentar clavar la herramienta en el centro.
Los propietarios del negocio de la calle Ribadesella son Ysrael Omaña y Yeraldine Peña. Decidieron capitalizar el subsidio de desempleo de él tras su último trabajo como cocinero, cambiar radicalmente de oficio y poner en marcha una actividad que ya le atraía anteriormente. «Había ido a alguno fuera de Asturias y consideré que esto podría tener tirón aquí, hay mucha gente a la que le gusta hacer un plan diferente», dice Omaña. Entre su clientela, jóvenes, mayores, padres con hijos, grupos de amigos y de amigas...
Sobre la seguridad de la actividad, Ysrael Omaña lo tiene claro: «Es más peligroso dar un simple paseo por la calle». A los participantes les aportan unas nociones sobre cómo lanzar el hacha en cuestión, de aproximadamente un kilo de peso, en cada pasillo de diana, separados por mamparas. Depende ya de la habilidad de cada uno, voluntad aparte.
Pero el negocio, el 'hachódromo', no se quedará ahí. Darán un paso más «para liberar tensiones». Será el conocido como 'cuarto de la ira', un espacio en el que, pertrechado con un equipo de autoprotección, se podrá ir, maza en mano, a romper una televisión, una impresora, un microondas... Una forma peculiar de liberar tensiones en el otro extremo de los que practican yoga, mindfulness o frecuentan bares donde acariciar gatitos.