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El estado en el que quedó el número 5 del Tránsito de la Soledad tras el incendio y el derrumbamiento del interior y parte de la fachada.

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El estado en el que quedó el número 5 del Tránsito de la Soledad tras el incendio y el derrumbamiento del interior y parte de la fachada. FOTOS: PALOMA UCHA

Un incendio provoca el derrumbe de un edificio ocupado de Cimavilla

25 vecinos de cinco bloques cercanos fueron desalojados a primera hora de la mañana. No hubo que lamentar daños personales

EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Lunes, 23 de julio 2018, 01:38

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Para los vecinos de Cimavilla era una muerte anunciada. A las cuatro y media de la mañana de ayer avisaron al Servicio de Extinción de Incendios de que, por tercera vez en los últimos meses, salían llamas del número 5 de la travesía Tránsito de Atocha. Hacia las seis, mientras los bomberos intentaban sofocar el fuego desde el exterior, el edificio se desplomó. Afortunadamente, no había nadie en su interior.

El inmueble, de titularidad privada, estaba abandonado y se encontraba en mal estado de conservación. Además, desde hacía años era ocupado de forma ilegal por varios individuos que habrían forzado la puerta de acceso y manipulado la instalación eléctrica. Según los testigos, el fuego se originó en el primer piso y provocó la caída de cascotes de la buhardilla. Ante el evidente peligro, cuando los técnicos se personaron en el lugar decidieron evitar entrar en el edificio e iniciar las labores de extinción desde el exterior con una autoescalera.

En ese momento, el forjado del interior del bloque cedió y el edificio se derrumbó. Los escombros cayeron a la plaza de la Soledad, rozando la autoescalera y poniendo en peligro a los efectivos que se encontraban trabajando, que se vieron obligados a detener su labor y a correr para evitar ser alcanzados. Ante el riesgo de derrumbe de la parte de la fachada que se mantuvo en pie, se decidió proceder a la evacuación de cinco de los bloques colindantes. Así, de madrugada, los veinticinco vecinos de la zona fueron desalojados por precaución y cuatro de ellos fueron realojados en el albergue Covadonga, mientras que el resto fueron a casas de familiares.

Vídeo.

Por la mañana muchos de ellos, aún alterados, deambulaban por las calles de Cimavilla a la espera de poder regresar a sus casas, comentando lo ocurrido mientras la Policía Local, que había acordonado la zona, recogía sus datos personales y los bomberos retiraban los cascotes de la plaza de la Soledad.

En las conversaciones entre los vecinos y curiosos que se acercaban al desplome resonaba de manera reiterada el mismo comentario: «Se veía venir». El edificio, en cuyo bajo se situaba hace años el bar La Frontera, «llevaba muchos años abandonado, deteriorándose», indicaban. Según un habitante de la zona, «su deteriorada estructura era de madera y estaba ya afectada por los anteriores incendios, por lo que urgía que lo demolieran entero». Además, «hace tiempo que estaba ocupado ilegalmente».

«Sabemos que anoche había gente dentro», aseguró Julio Marcos Rosario, quien a las tres de la mañana, cuando volvía a casa, vio la puerta forzada. «Y hora y media más tarde, salían llamas de la ventana», contó a EL COMERCIO este vecino, que vive justo enfrente del inmueble afectado. «Los okupas generan molestias, ruidos, se pelean... Y es la tercera vez que hay un incendio en pocos meses. Hay que parar esta situación». Aliviado, como sus convecinos, de que no hubiera habido heridos, no podía dejar de preguntarse qué hubiera podido pasar si no se llega a detectar a tiempo el incendio. «La calle que separa ambos bloques es muy estrecha, mide menos de dos metros. ¿Y si mi hijo de quince años, que fue quien nos avisó, en lugar de despertarse se hubiera intoxicado por el humo que pudo entrar por su ventana?».

Similar preocupación mostraba Rosario García Pidal, vecina del bloque contiguo al afectado que nada más percatarse del incendio despertó a sus padres, un matrimonio de 89 años, para sacarlos del piso. «Me desperté y vi que el humo llegaba a las escaleras de mi casa. Si no llego a estar aquí, no quiero pensar lo que podría haber ocurrido», lamentaba, visiblemente conmocionada. «El susto ha sido horroroso. No hay derecho a tener que escapar de tu casa por algo que llevamos tiempo advirtiendo», reprochaba.

Otra de las desalojadas, Ana Álvarez, criticó la «dejadez» mostrada por el Ayuntamiento ante las denuncias vecinales. «Tendrían que haber localizado al dueño hace tiempo y haberle obligado a tomar medidas, pero parece que hasta que no cae un edificio no se hace nada». Los vecinos, aseguró, «no tenemos por qué estar en tensión, sin entrar en nuestra casa y con la única opción de acudir al Albergue Covadonga».

«Lo derrumbarán y acabará de una vez por todas la pesadilla», deseó un cuarto vecino, Fernando García, que desde la ventana de su domicilio fue testigo directo de cómo «el fuego del primer piso acabó por provocar el desplome de la buhardilla, primero, y más tarde de la fachada, provocando un estruendo tremendo minutos después de que llegasen la Policía Local y los bomberos».

Finalmente, tras la valoración de los técnicos municipales y después de que los bomberos asegurasen una de las cornisas que amenazaba con derrumbarse, a primera hora de la tarde las familias afectadas pudieron regresar a sus domicilios. La alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, visitó la zona y habló con los vecinos.

Después del susto de ayer, el Ayuntamiento ha anunciado que hoy mismo procederá a revisar los expedientes de casas que se encuentren en situación similar en el barrio alto. Asimismo, por la tarde ha convocado una reunión con los vecinos de la plaza de la Soledad para evaluar su situación.

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