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Así lo contó EL COMERCIO.
1947. Hace 75 años.

Una indigna entrada a Gijón

El estado de la carretera de Oviedo mientras durasen las obras para su conversión en avenida preocupaba a los gijoneses

Miércoles, 18 de mayo 2022, 01:11

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Los tiempos avanzaban que era una barbaridad... especialmente en lo tocante al urbanismo, eterna asignatura pendiente de Gijón. Y como en eso toda iniciativa era bien recibida, dijimos hace ahora 75 años desde EL COMERCIO que los gijoneses miraban «con cariño e interés esa mejora magnífica que ha de constituir el ensanche de la carretera de Oviedo convirtiéndose en una hermosa avenida lo que antes era un polvoriento y muchas veces abandonado camino de entrada en la ciudad». Pintaba bien la cosa, pero no eran pocos los problemas que, entre que se arreglaba el tema y no, se presentaban en aquella zona de acceso a la ciudad.

«¿Cómo está el piso en esa zona?», nos preguntábamos. Las respuestas, como con todo, eran variables. La de los próceres, claro, sería de esperanza, pero «si esta pregunta se les formulara a algunos de los usuarios de tal carretera posiblemente contestara con una expresión demasiado fuerte. Aquello está pidiendo a gritos una buena reparación. Clama por todas las bocas abiertas de sus innumerables baches, que a veces pasan de la categoría de tales para convertirse en algo más: en hondigones tremendos».

Preocupaba, sobremanera, el tramo que llegaba a Pumarín, «y aún después hay otro trozo que está en pésimo estado, en la zona del barrio de Perchera. Los coches que por allí cruzan sufren terriblemente por las ballestas. Es frecuente que se rompan estas. No se sale de un bache para entrar en otro. Y esto, además de representar un daño grave para quienes merecen ser mejor tratados ya que pagan los correspondientes impuestos e incluso el canon de carretera, resulta también desagradabilísimo para las muchas personas que todos los días pasan por tal sitio en coche o en otros vehículos». Varias voces se alzaban ya, por primera vez en la historia, pidiendo una demora de las obras: si ese era el coste que había que pagar para evitar todos los anteriores problemas, bienvenido fuera. «Quede, por hoy, ahí el ruego, para que nuestro municipio se haga cargo de él». Razones, ya lo ven, no faltaban para seguir rogando.

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