Joven talento al carboncillo
EL COMERCIO se hizo eco del debut de Evaristo Valle, a sus 24 años, como caricaturista del semanario nacional 'La Saeta'
Miércoles, 15 de junio 2022, 00:28
Se publicó hace 125 años. Un Valeriano Weyler, desde 1896 recio a la par que polémico capitán general de Cuba, se agarra con fuerza a un tonel. «Por mucho que le tiren / de los faldones / ¡no soltará él la cuba / ni a tres tirones!», se puede leer justo debajo de la extraordinaria caricatura firmada por un Evaristo Valle de apenas 24 años, presentado por EL COMERCIO como «joven dibujante gijonés empleado en los talleres del señor Mencía». Apuntaba maneras el muchacho, tantas como para que su obra fuera publicada en un semanario nacional, y EL COMERCIO así lo manifestó tal día como hoy. «Dicho joven», dijimos, «goza ya entre los inteligentes de justa fama, y vemos demostradas sus excelentes condiciones de caricaturista en el trabajo de referencia, por lo que le animamos a que continúe cultivando sus relevantes aptitudes, que nos complacemos en reconocer».
Agorafóbico y genial
Aquel fue el inicio y el resto es historia, tanto en el caso de Valle como en el del ínclito Weyler. Es más agradable, claro, el final del primer caso: Evaristo Valle viajó por medio mundo demostrando unas habilidades únicas en el campo de la pintura y acabó por volverse a Gijón, huraño y retraído, agorafóbico y genial, para dedicar el resto de su vida a captar, con increíble precisión, los colores grises y húmedos del clima cantábrico y la intensidad de los trajes del Antroxu playo. Nada que ver con lo del mallorquín a quien la opinión pública, allá por 1897, no hacía más que tirarle de los faldones.
Allá en Cuba, Weyler acababa de implantar la política de reconcentración, precursora de los campos de concentración de infausto recuerdo, que acabaría con miles de muertos de un lado y la fatiga de un ejército español que tampoco estaba dispuesto a soltar la cuba ni a tres tirones. La cosa acabó como acabó: en Desastre y sumergiendo a España en una melancolía próxima a la que, a lo largo de toda su vida, manifestó también Evaristo Valle con sus soledades, pero no tanto en su pintura. Si el recuerdo de Cuba sigue, más de un siglo después, raspándonos el orgullo patrio, la contemplación de las obras de Valle, en cambio, nos calienta el corazón.