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JOSÉ LUIS RUIZ
Miércoles, 6 de febrero 2019, 03:01
1 de abril de 1937, durante uno de los muchos bombardeos que sufrió Gijón, Enriqueta Rivero daba a luz dentro del refugio antiaéreo de Cimavilla. Así vino al mundo Oscar Fernández Rivero, más conocido como 'Peñespardes', nacido en las entrañas del barrio más antiguo de la ciudad y donde continúa viviendo casi 82 años después.
«Mi madre se puso de parto allí dentro y le ayudó una mujer muy famosa que la llamaban 'Concha la guapa', la madre de Rambal. Ella hizo de comadrona sin serlo, en aquellos tiempos las cosas eran muy difíciles», recuerda Peñespardes. La entrada principal del refugio era la que aún se conserva, justo pegada a la Casa Paquet, y también había otro acceso donde ahora está la plaza de Arturo Arias, que ya no se conserva. «Ahí justo decía mi madre que había dentro del refugio como una plazoleta y era donde se cocinaba, se dormía y era como el centro desde donde salían los diferentes ramales. Uno de ellos venía de la fábrica de tabacos, donde están ahora esos garajes que hicieron nuevos», explica.
Su madre, Enriqueta, le contaba que lo pasaba muy mal durante la guerra. «Fue horroroso, la gente que entraba en el refugio lo hacía por una temporada, mi madre vendía pescado en la pescadería municipal y de vez en cuando tenían que ir a resguardarse de la aviación, y claro esos días no vendía. Había mucha gente que también iba a los pedreros porque no querían ir al refugio o no entraban tantos».
«Mi padre era marinero aquí en Cimavilla y mi madre era de Tazones. Cuando se casaron vinieron a vivir aquí y ella se dedicaba a vender pescado», detalla.
Peñespardes hizo la primera comunión en la Colegiata de San Juan Bautista, junto al Palacio de Revillagigedo y ha vivido casi toda su vida en Cimavilla, aunque en todo este tiempo no ha podido volver al refugio. «Yo nunca volví a entrar pero quisiera hacerlo, me gustaría muchísimo entrar. Porque ahí nací yo. El día que lo abran entraré. Cuando era pequeño no recuerdo que estuviera abierto, siempre lo vi tapiado. Si lo arreglasen la gente podría entrar a visitarlo aunque fuera pagando algo, pero ya dijeron el otro día en la charla de Toño Huerta que el Ayuntamiento decía que no había dinero para nada. Ni interés. Si estuviese Tini Areces de alcalde, esto se llevaba adelante seguro. Estos de ahora parece que no tienen dinero, o no tienen ganas de meterse aquí. Yo no confío en que lo vayan a arreglar, con esta crisis igual es verdad que no hay un duro», reflexiona resignado.
El apodo de Peñespardes le viene ya de sus abuelos. Su abuela era de Castrillo de los Polvazares, un pueblo de Astorga. «Hay una cordillera allí que se llamaba Peñas Pardas, y al venir para Asturias se convirtió en Peñes Pardes, claro», razona entre risas.
Oscar, sin tilde porque le gusta así, es historia viva de Cimavilla. Es una de las pocas personas que identifica un familiar en el 'Retablo del Mar' tallado por Sebastián Miranda. «Mi bisabuela sale ahí, aunque yo no la reconozco. Mi madre me decía que allí estaba su abuela. La rula estaba donde ahora hay un restaurante. Mi bisabuela sale en la parte de arriba hacia el centro. Estaba comprando pescado que luego vendían en la lonja municipal, en el puesto 85 y 86», refiere.
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