«Mi mayor satisfacción fue decirle a la viuda de Ardines que había detenidos»
«En esa investigación de meses codo a codo con la UCO me di cuenta de lo fuerte que somos la Guardia Civil»
El capitán Juan Antonio Pascual Sevillano, jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil, sección de Gijón, llega a la ... edad de reserva activa después de toda una vida dedicada a la Benemérita. Hijo del Cuerpo y apasionado de su profesión, por sus manos han pasado las grandes investigaciones de la demarcación de la Comandancia de Gijón: desde el crimen del concejal llanisco Javier Ardines hasta el doble asesinato en 2010 de un taxista en Arriondas y un vecino de Cangas de Onís o la muerte violenta de la peluquera de Sama de Langreo. Se va con una tasa de resolución de homicidios del 100%. Se va, pero se queda. Porque dejará de investigar, pero seguirá al frente de la Oficina Periférica de Comunicación (OPC) de Asturias.
-¿Se va con ganas o con pena?
-Me voy con más pena que ganas. Policía Judicial es un destino que conlleva mucha implicación y dedicación, muchos días sin dormir, pocas horas de descanso y de estar disponible las 24 horas. Mi mujer y mi hija tienen más ganas que yo de esta nueva etapa por todo el tiempo que le he dedicado al trabajo, aunque siempre han estado ahí apoyándome.
-Se podría jubilar al cumplir los 61, pero ha decidido seguir en activo.
-Será una reserva activa. Me podría ir para casa, pero seguiré en la OPC, en la reserva, pero con destino. De lo que sí me jubilo es de mi labor en la Unidad Orgánica de Policía Judicial, puesto que una vez en la reserva ya no se pueden dirigir unidades operativas.
-¿Se puede hacer balance de toda una vida?
-El balance es bueno en general. He tenido la suerte de participar en los hechos más importantes que se han vivido en Asturias y en el plano humano he conocido a gente con verdadero amor por el trabajo, de los que he aprendido mucho y que he tomado como modelos.
-¿Ha sido todo bueno?
-También he visto lo más ruin de la sociedad, son las dos caras de la moneda. Hay rosas, pero también espinas. Al final con lo que me quedo, lo que me llevo, es el entusiasmo de los compañeros, muchos de ellos veteranos. Ves gente que muestra unas ganas que parece que es el primer día de trabajo, eso ilusiona y crea buen ambiente.
Del Gijón gris al luminoso
-¿Cómo fueron los inicios?
-Recuerdo aquel día de 1982 que salí desde la estación del Norte de Gijón con destino a la academia de Úbeda. Mi primer destino fue en el destacamento del Dueso, en Cantabria. Allí conocí a mi mujer y a los pocos meses me fui a Bilbao, donde estuve desde 1983 hasta 1992, cuando regresé a Asturias y encontré un Gijón muy cambiado. Dejé una ciudad gris y volví con una ciudad luminosa.
-Vivió en el País Vasco los años de plomo.
-Fueron años difíciles, pero de mucho compañerismo. Para que se haga una idea, íbamos solos a los funerales de los compañeros. Iban los políticos, pero prácticamente nadie de los pueblos... Era una situación completamente distinta a la que vive ahora un guardia civil de veintipocos años.
-Con su traslado a Asturias en 1992 se encontró una situación muy diferente.
-Llegué al puesto de Posada de Llanes y fue un cambio radical. Estábamos muy integrados con la gente, no había casi ni que llevar pistola. Pasé a hacer una vida totalmente normal. Estuvimos encantados de la vida los cinco años.
-¿La Policía Judicial la eligió usted o le eligió ella?
-Siempre me había gustado, era lo que siempre había querido. En cuanto pude, entré. Y hasta hoy, 19 años...
-¿Qué ha sido lo más negativo?
-Lo más complicado es tener que informar a las familias de las víctimas. A nadie le agrada dar una mala noticia. El momento más doloroso fue decirle a una madre que habíamos encontrado a su hija asesinada y quemada...
-¿Y la mayor satisfacción?
-La mañana en la que el teniente coronel Reina de la UCO y yo le pudimos comunicar en persona a la viuda de Javier Ardines, después de meses de investigaciones, que habíamos detenido a los asesinos de su marido.
-¿Fue el caso más complicado?
-Me siento orgulloso de esa investigación, por una parte porque fue un éxito, detuvimos a los cuatro autores y los cuatro fueron condenados; y también por tener la posibilidad de trabajar codo con codo con la Unidad Central Operativa (UCO), un grupo humano espectacular del que he aprendido muchísimo por su capacidad de trabajo y por la capacidad de mover medios y personas. Ahí pude comprobar lo fuerte que es la Guardia Civil.
Solo matronas
-¿Algún otro trabajo a destacar?
-El de la peluquera de Sama, en 2008. En menos de 24 horas conseguimos identificar al autor y en 48 horas estaba detenido con todas las evidencias y pruebas para presentar ante el juez. También fueron complicados los trabajos para esclarecer los crímenes en 2010 de un taxista de Arriondas y de un vecino de Cangas de Onís. Fueron meses hasta poder detener al autor en Suiza y extraditarlo.
-Se va sin ningún homicidio pendiente de resolver.
-Efectivamente. Los homicidios y asesinatos a lo largo de casi dos décadas en la demarcación de lo que era la Comandancia de Gijón han quedado todos resueltos. Me voy muy orgulloso de todo el trabajo que he hecho junto a mis compañeros.
-¿Alguna espina clavada?
-No, no quiero sonar presuntuoso, pero creo que no me llevo nada pendiente. Hemos sabido mantener los altos niveles por parte de los compañeros que me cedieron el testigo, que también habían conseguido resolver todos los homicidios. Puedo decir que me voy con gran satisfacción.
-¿Ha cambiado mucho la Guardia Civil?
-Empezando por la incorporación de la mujer -cuando yo entré solo ejercían como matronas-, pasando por el hecho de vivir de cara adentro de los cuarteles a estar completamente integrados y valorados por la sociedad. También en las condiciones de trabajo, de conciliación y claro, también a nivel técnico.
-¿Es más fácil ahora investigar que antes? ¿En que grado ayuda la ciencia?
-Indudablemente, las nuevas técnicas ayudan mucho a la hora de trabajar, pero hay que aplicar el factor humano, la experiencia y los conocimientos. De nada sirve la técnica si no se aplica el conocimiento humano. Tienen que ir de la mano.
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