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Rita Rendueles, Aurora Sánchez y Ana 'La Polesa', durante el encuentro celebrado en la Colegiata de San Juan Bautista. JUAN CARLOS TUERO

«En las mujeres de la mar vi carácter y bondad»

Compartieron anécdotas y se emocionaron con compañeras de todo el país en el VI Congreso de Mujeres del Sector Pesquero | Rita Rendueles, Ana 'La Polesa' y Aurora 'Les Julietes' narran en La Colegiata la vida en el antiguo barrio de Cimavilla

EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Jueves, 7 de noviembre 2019, 02:13

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«Quedé sin madre con nueve o diez años y esperaba por mi padre que entraba de la mar, a ver si traía o no buena pesca para que me trajera la bolsina de parrochines, chicharros o sardines para venderlos a los vecinos». Así contaba el Cimavilla de hace casi cuatro décadas Ana María García 'La Polesa' durante el encuentro organizado con motivo del VI Congreso de Mujeres en el sector pesquero. En las fotos antiguas se ve en blanco y negro, pero a pesar de la miseria rebosaba color. Los vivos tonos de las barcas que llegaban al muelle, el brillo azulado del género fresco o esa luminosidad acústica que proporcionaban las voces femeninas que ofertaban las capturas alumbraban Cimavilla desde primera hora de la mañana. Ellos, a la mar. Ellas, a esperar. Si veían a lo lejos que la lancha venía baja, lo celebraban. «Hoy trae marea». Si no era así, sabían que había habido poca pesca. Entretanto, daban la vuelta a las cajas de pescado y echaban la baraja.

Con catorce, Ana 'La Polesa' trabajó en las fábricas de pescado de García Liñero y de Vigil. «No podía con los bonitos de tan grandes que eran y los marineros tenían que ayudarme a arrastrar las cajas», recuerda con una sonrisa. Después marchó a Alemania, de donde trajo doce años más tarde dos hijos y un marido gallego que trató de convencerla de cambiar de barrio. Pero no hubo manera. «A mí, de Cimavilla p'al cementerio», sentencia, a pesar de que poco queda de aquella gran familia en la que «nunca te pasaba nada» porque todos conocían a todos, motes incluidos. Al volver se estableció en la plaza, la Antigua Pescadería.

«Las mujeres trabajaban día y noche para poder sacarnos adelante, esperando en el puerto a que entraran los barcos con el pescado para poder ir a venderlo», rememoraba Aurora Suárez, la de 'Les Julietes', que a los diez dejó el colegio para cuidar de sus hermanas. «Recuerdo a mi madre con la caja en la cabeza por las calles de Gijón vendiendo pescado, volver a casa pingando con dos duros y volver a marchar». Vendió en la plaza muchos años, pero luego empezaron a abrirse pescaderías y ella decidió regresar a las calles antes de terminar, ahora con su carrito, en el Mercado del Sur. «Cuando no llegaba la Policía y les quitaba el pescado y el carro». Quizá por eso, ni a ella ni a sus hermanas las quiso nunca en el puerto. Pero -hija y nieta de marineros- terminó casándose con uno. «Sé lo duro que es», afirmaba. Su audiencia, mujeres vascas, cántabras, gallegas, valencianas o andaluzas cuyas madres y abuelas podrían contar historias similares, asentían.

A los quince, recién casada, llegó Rita Rendueles -presidenta de la asociación vecinal Virgen de la Soledad de Pescadores- «a un barrio de gente de la mar». Su suegra, la 'Coxa' de Candás, se levantaba a las seis, lavaba las sábanas y «hasta el cobertor» y tiraba para la rula. Cuando regresaba de esperar, comprar y vender, lo quitaba. «¡Vaya mujeres más emprendedoras, a su manera!», reconocía. «En las mujeres de la mar vi carácter, temperamento, sacrificio y bondad: lo compartían todo». De las esperas a, ya en la plaza, los útiles. Los tiempos, está claro, han cambiado. Pero una visitante malagueña recordó -emocionando a más de una- que siguen siendo duros para el sector. Que a veces trabajan 12 o 14 horas y no sacan ni cincuenta euros semanales. «Me duele la mar porque es mi vida y la de los míos. Y sin pescado no hay vida», lamentó.

«Potencial económico»

No obstante, por la mañana, en la rula, también se habló de futuro. Lo hicieron la armadora Carmen Álvarez, la redera María Teresa Costales, la agente de Vigilancia Pesquera Carmen Sara, la socia de Pescados Campillo Alicia Campillo y las gerentes de Piscifactoría del Alba, Conservas El Viejo Pescador, Asturpesca y Lonja Gijón, Cristina Cabero, Ángela Donato, Sara González e Isabel Pacios. Pidieron «limpieza en la mar», «más cuota de pesca y ayudas sociales», «formación», «más barcos en las rulas de la región», pero también dar a conocer las bondades del gremio entre los jóvenes. Y coincidieron en crecerse ante las dificultades de un sector, ante todo, «muy guapo», pero también que «tiene potencial económico y podría generar muchos empleos tanto directos como indirectos» en sus distintas ramificaciones, desde la extracción hasta la producción, en una región que se enfrenta a una crisis industrial y de población «pero que tiene una mar maravillosa y una gran tradición».

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