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EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Miércoles, 17 de abril 2019, 02:24
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Al atardecer, la ciudad calló para acoger la celebración del Silencio, la procesión que abrió la Semana de Pasión gijonesa. Caía la noche y la oscuridad recortaba la silueta de una iglesia de San Pedro iluminada y más nítida que nunca. Mientras en el interior del templo se celebraba el sacramento de la penitencia, a sus puertas se congregaban fieles, curiosos y turistas expectantes.
Bajo el pórtico esperaban a los cofrades, resguardados del viento, los pasos del Cristo Flagelado y de las Lágrimas de San Pedro. Los penitentes de la Ilustre Hermandad de la Santa Misericordia alumbraban sus antorchas mientras los cofrades de la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz organizaban sus posiciones bajo la atenta mirada de la parisina Marie Lambert, quien observaba atenta una tradición que, según apuntó, «no tenemos en Francia». Tampoco en Gijón durante unos años. Su recuperación es para el gijonés José María Fernández una gran noticia. «Estoy encantado de que haya tanto interés», manifestaba señalando la multitud dispuesta a disfrutar de un recorrido que, al discurrir tan próximo a la mar, «resulta precioso». «Esta es una noche de recogimiento y reflexión desde el punto de vista católico, pero también en el sentido plástico es algo que debemos mantener», apuntaba a su lado el ovetense Carlos López.
El tañido de las campanas anunciando la hora interrumpió su serena conversación y tanto ellos como el resto de fieles enmudecieron, las miradas puestas en El Flagelado y San Pedro. El incienso, mezclado con el sabor salado de la brisa marina, inundaba el ambiente cuando las carracas comenzaron a sonar. Se hizo un silencio apenas roto por el graznido de las gaviotas y el arrullo de las olas a la derecha de San Pedro, mientras por la izquierda del templo comenzaban a descender los tambores de los miembros de la Hermandad de la Santa Vera Cruz.
«¡Al hombro!», se escuchó, y las ocho cofrades cargaron el paso de las Lágrimas de San Pedro, quien se encontraba arrodillado en postura de oración, con dos grandes llaves colgando de las muñecas y una red de pescador sobre el hombro. Los fieles abrieron hueco y los penitentes de la Ilustre Hermandad de la Santa Misericordia iniciaron la marcha, que precedía un representante de cada hermandad.
Otros dos sobrios tambores, anunciaron la presencia del Cristo Flagelado, a hombros de 17 porteadores de la Santa Vera Cruz, perfectamente coordinados marcando el ritmo al golpe de las horquillas. Tras Jesús y su apóstol, los fieles agolpados en el Campo Valdés iniciaron entonces la marcha y les siguieron en su recorrido por el paseo del Muro y las calles Cabrales, Julio Somoza, San Bernardo, San Antonio e Instituto, la plaza del Marqués y la plaza Mayor, tras lo cual San Pedro y el Nazareno regresaron al templo para descansar hasta el próximo año.
El Miércoles Santo viene acompañado de buen tiempo para la procesión del Encuentro, que contará con cuatro pasos que encontrarán sus caminos frente a la estatua de Pelayo. Los dos primeros, de la Verónica y de Jesús Nazareno, saldrán de San José a las 20 horas. Los de la Virgen Dolorosa y de San Juan Evangelista lo harán desde San Pedro media hora después. Una vez se hayan encontrado la Virgen y su Hijo, tendrá lugar la ceremonia y sermón del Encuentro y, después, confluirán juntas hacia la iglesia de San Pedro.
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