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Las claves del día: el «silencio» de Sánchez
Álvaro Lorenzo, que se fue de Gijón con seis orejas, con Ferrera, por la puerta grande de El Bibio. :: EFE
Nueve salidas a hombros y 24 orejas cortadas en seis festejos

Nueve salidas a hombros y 24 orejas cortadas en seis festejos

La Feria Taurina de Begoña abrió todos los días la puerta principal de El Bibio, y dos reses fueron premiadas con la vuelta al ruedo

JOSÉ ANTONIO R. CANAL

Martes, 20 de agosto 2019, 03:44

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Veinticuatro orejas cortadas, nueve salidas a hombros y vuelta al ruedo en el arrastre para un novillo de Zacarías Moreno y un toro de La Quinta. Solo cinco diestros de los 17 acartelados (Álvaro Lorenzo toreó dos corridas) no tocaron pelo: Manuel Diosleguarde, novillero, y David Galván, Paco Ureña, Pablo Aguado y José María Manzanares. Ni una bronca, ni una pitada ni una división de opiniones siquiera. Este puede ser el resumen numérico que definiría como triunfal la feria de Begoña recién finiquitada en El Bibio. Más orejas y salidas a hombros que en Santander y, desde luego, muchas más que en Bilbao, Sevilla y Madrid. La estadística parece situar al abono begoñés en el mejor de los mundos taurómacos posibles. Sin embargo, no parece temerario sostener que un análisis sosegado de lo visto durante los seis festejos del serial gijonés llevaría a una rebaja razonable en las dimensiones de sus resultados, al margen de los números.

Porque hubo de todo, como en botica. Del ganado, merece plácemes la novillada inaugural y, sobre todo, el encierro de La Quinta. También dieron buen juego las reses para rejones de Luis Terrón. Del resto puede decirse que decepcionó la corrida de Montalvo, mientras que en la de Vázquez sobresalieron el cuarto, despachado por Morante, y el quinto, que le tocó a El Juli. De los juanpedros de la clausura los mejores fueron el cuarto, sorteado por Ponce, y el parladé que cerró plaza, lidiado por Perera. Puede que los taurinos digan que sirvieron, o se dejaron, más toros de los mencionados. Y tienen razón. Pero eso no se contradice con el hecho de que esos toros, con cabezas poco ofensivas, escasos de fuerzas y de casta, mansurronearan y pasaran al último tercio sin apenas castigo, porque la suerte de varas, ejecutada de mala manera, además, se afianza en su camino de convertirse en un trámite molesto, como las banderillas, porque al público, no al aficionado cabal, solo le interesa el toreo de muleta y si es por alto, mejor. Por eso se enardece con cualquier trapazo efectista, protesta contra los picadores cuando, no siempre, hacen lo que tienen que hacer, picar, y está ayuno de conocimientos elementales sobre la secuencia del espectáculo. Ya se propuso aquí la solución surrealista de un curso de la Universidad Popular de iniciación al Reglamento Nacional de Espectáculos Taurinos, para que no se aplaudan en la plaza acciones equivalentes a jugar con las manos en el fútbol. No hubo éxito, como el sentido común aconseja, y, visto el panorama actual, el fracaso de la propuesta está garantizado. Lo que no obsta para arriesgar ahora el pronóstico de que habrá toros en Gijón en 2020, el segundo año de prórroga de los tres posibles. Después...

En cuanto a los diestros, desilusión con Pablo Aguado, que solo brilló en unos lances a la verónica, y con Paco Ureña, penalizado con la mala suerte de la falta género adecuado para mostrar sus capacidades. Y actuaciones sobresalientes, frescas aún en la memoria, de Morante de la Puebla en el cuarto toro del día 17, y de Ponce, también en el cuarto, en el festejo de cierre. A la misma altura de calidad, Álvaro Lorenzo en la lidia del bravo 'Velero' de La Quinta el día 14. Y en tono menor, quiérase o no, las faenas de Ferrera, El Juli y Perera. Y, desde luego, en el podio de los mejores, la lección magistral de toreo a caballo impartida por Ventura la víspera del día de Begoña. No es poca cosa este balance y la gente salió siempre contenta de la plaza, que solo registró buenas entradas en las dos últimas corridas, colofón de una feria triunfal -¿o triunfalista?- en la que tres estrellas del escalafón, Ureña, Aguado y Manzanares, se fueron de vacío. Nadie lo hubiera dicho unos días antes...

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