«Parte del disfraz está impreso en 3D»

Año 1981. Un grupo de trabajadores «muy marchosos» de la empresa Telefónica decidieron formar una charanga con el nombre de Los Gijonudos para participar en los primeros carnavales de la democracia en Gijón. Fue la primera charanga antroxera de la ciudad.

Aunque en los noventa decidieron hacer un parón (no como charanga, sino como participantes del concurso del antroxu), en 2016 retomaron la actividad siendo todos componentes distintos. «La charanga ya existía, pero fue como volver a empezar. Eso sí, no tardamos en ponernos a la altura de las demás», dice el presidente, Javier Blanco. Consiguieron un primer premio en 1988 y en los tres años siguientes, el segundo. Después ya dejaron de concursar.

Este año se ven con muchas fuerzas para quedar en un buen puesto: «Hemos puesto más determinación y pasión que nunca. Nos hemos esforzado un 120% y eso se va a reflejar. Vamos a dar la nota, casi seguro», augura Blanco. Además, han aumentado la formación. El año pasado eran unos 40, ahora son cerca de 60. «Creo que hemos gustado, pues nos llamó mucha gente para apuntarse. Nuestro objetivo es mejorar en todas las facetas posibles y lo estamos consiguiendo», apunta.

Para ello, cuentan incluso con un pequeño grupo al que denominan 'I+D+i', que se centra en buscar con qué innovar. «Intentamos mostrar cosas poco vistas, estrambóticas, arriesgadas. En esta edición incorporamos componentes tecnológicos, pues parte de nuestro disfraz está hecho con una impresora 3D».

No desvelan la temática, pero Javier da una pista de lo que el público se encontrará en el Teatro Jovellanos el próximo domingo 23: «La idea parte de una fantasía, pero narra una historia descarnada de algo que nos afecta a todos». Las canciones que versionarán mezclan música de los años noventa con la actual «y alguna que no es muy conocida». Y este año prometen que las letras «no hablarán nada del coronavirus ni tampoco de política. La gente ya está un poco cansada de que siempre se toquen los mismos temas», asegura.

Para Los Gijonudos, las charangas continuarán en el tiempo porque «hay mucha competitividad, y al final las formaciones se meten en un engranaje del cual es difícil salir. Una vez que empiezas ya no quieres parar. A veces resulta un poco agobiante, pero es mucho mejor a que desaparezcan». Además, cuando uno forma parte de una charanga, dice Blanco, «siente un vínculo especial, te une a los demás y eso es una garantía de futuro. Nuestra insignia es, precisamente, que somos una familia».

A este equipo no le preocupa demasiado la nota que el jurado le ponga. Para ellos lo importante es «hacerlo lo mejor posible. Es muy subjetivo, las puntuaciones son desconcertantes, no puedes sacar un criterio concreto de qué haces bien o mal».