Polvos para la eterna juventud

Y la que ella usaba, según los anunciantes, era, por supuesto, Tokalon. Era, «a la vez, una crema maravillosa de tocador que no contiene la menor grasa y un rico alimento para lo piel». Nutría, y, al parecer, tenía efectos contra «las arrugas precoces y las huellas de la edad, así como los puntos negros, los poros dilatados y otras imperfecciones de la piel. La crema Tokalon, a más de hacer invisibles y adherentes los polvos, no deja ningún rastro de brillo en el rostro».

Aquí, en Gijón, los polvos en crema Tokalon se vendían en la droguería Cantábrica, para todas aquellas personas que quisieran rejuvenecer y, al tiempo, embellecerse. Existen fotografías de Sarah Bernhardt por aquel entonces: una gruesa capa de maquillaje, Tokalon quizás, cubre sus arrugas, aunque también la impenetrabilidad de una malla negra cayéndole desde el tocado y hasta el cuello. Tal era la confianza que la marca depositaba en el producto en cuestión que aseguraba devolver el dinero de no quedar la clientela contenta con el resultado. ¿Habría muchos retornos? Ninguno, desde luego, lo sería de la Bernhardt.

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