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pLos centros se volcaron en acompañar y animar a los alumnos. En la imagen, 'collage' del Montevil. t Videoconferencia entre la consejera y la directora del colegio Miguel de Cervantes. p Mafalda espera en un aula vacía del colegio público Asturias. Ahora lleva mascarilla.
La primavera que cambió nuestra enseñanza

La primavera que cambió nuestra enseñanza

El trimestre más difícil. El 12 de marzo Educación mandó a los alumnos a casa por quince días, pero ya no volvieron. Así terminó el curso de la pandemia

OLGA ESTEBAN

Domingo, 5 de julio 2020, 00:59

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Pensaron alguna vez que si no fuera por todos nadie sería nada?» Mucho antes del coronavirus, de los aplausos y arcoiris, del 'juntos podremos', de proteger al de al lado con nuestra mascarilla, Mafalda parecía tener ya la clave. Decía que había que tomarse los contratiempos con humor, aunque su suspenso en Geometría quede muy lejos de lo que ha sucedido y de todo lo que ha cambiado. Mafalda miraba preocupada la bola del mundo y quería embellecerla. Y le daba miedo escuchar las noticias por si le estropeaban la primeravera. Y justo antes del inicio de esa estación, Mafalda esperaba a los alumnos en uno de los colegios de Gijón. Iba a ser la protagonista de la Semana Cultural.

Pero Mafalda se quedó sola el 12 de marzo. Era jueves, la situación se había agravado, un colegio se había convertido, precisamente, en uno de los principales focos de coronavirus en Asturias, y el Gobierno regional tomaba la decisión: todos los centros educativos de la región, de todos los niveles, debían cerrar. Al menos quince días. La mayoría del alumnado ya se había ido a casa. Así que en las aulas habían quedado sus libros y cuadernos, sus mandilones, bolsas de deporte y material escolar. Los docentes volvieron a la mañana siguiente. Era viernes. Quienes quisieron celebrar reuniones lo hicieron en los patios. Todo era confuso, extraño. Y triste. También los docentes se fueron a casa aquel viernes al mediodía pensando que el lunes volverían. Pero el domingo, España entró en un estado de alarma que finalmente se prolongaría durante 99 largos días.

Y fue así como, en un fin de semana, en 48 horas, la enseñanza se tuvo que reinventar. 48 horas para comprobar que no estábamos preparados, que no había suficiente formación y, lo que es peor, no había medios. Saltó la brecha digital. Las dificultades de las familias para seguir el ritmo escolar de sus hijos mientras teletrabajaban, compartían ordenador o, en el peor de los casos, se enfrentaban a las consecuencias económicas o de salud de la COVID. Y llegaron los debates sobre si había que adelantar o no materia, si habría o no un 'aprobado general', si había que hacer exámenes 'online', si la enseñanza a distancia era enviar fichas que los padres debían imprimir en casa. El debate entre contenidos y competencias, que parecía superado. Pero estaba lejos de hacerlo.

Los docentes supieron que debían formar, pero también acompañar y animar. Y se esforzaron en ello. Nos hicimos expertos en plataformas y videoconferencias y supimos que nada podía sustituir la enseñanza presencial. Y en junio algunos volvieron y ensayaron lo que parece que será la nueva enseñanza dentro de esa nueva normalidad que nadie sabe aún si es o llegará a ser normal. Pusieron en prácticas las aulas con menos alumnos, la distancia, la toma de temperatura, las mascarillas. La enseñanza presencial pero sin contacto. Sea como fuere, Mafalda les espera.

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