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Terraza y a la sombra, para disfrutar del festival aéreo en primera línea. PALOMA UCHA

La primera línea de playa, de la orilla del mar a las terrazas

Desde una hora antes, los establecimientos del Muro se llenaron de clientes que pospusieron la comida hasta pasadas las tres de la tarde

E. P.

GIJÓN.

Lunes, 31 de julio 2023, 00:42

Para cuando los aviones empezaron a sobrevolar el cielo, las terrazas ya estaban llenas. Y eso que no era uno de esos días, como en ... la noche de los Fuegos, en los que se pudiera reservar. Aunque tampoco fuera necesario darse grandes madrugones. Cristina Fernández y Lucía Requena se habían citado temprano, a las diez, para ir caminando a coger sitio. Lo consiguieron a la altura de La Arena. «Solo llevamos una hora aquí», contaban a las doce en punto, cuando el atronador ruido de motores empezaba a entremezclarse con la música de Katy Perry para componer la banda sonora de la mañana gijonesa.

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Ellas estuvieron al quite mientras otros a esas horas aún seguían dando vueltas en coche, pues eran muchos los que desde bien temprano se afanaban por conseguir el milagro de una plaza libre.

Aunque por dos días no se puede hablar literalmente de «hacer el agosto», lo cierto es que la primera línea de playa se mudó desde la orilla del agua, donde el baño estaba prohibido como bien indicaba la bandera roja que ondeaba en San Lorenzo, hasta el cemento, con mesas y sillas llenando las aceras. Por las horas, lo que tocaba al principio era un café. Aunque a medida que iban transcurriendo los minutos y la exhibición muchos fueron dando poco a poco el paso al vermú.

El buen tiempo acompañó, lo que contribuyó a lograr esa imagen de lleno total. Los más privilegiados tenían la terraza privada de su casa para seguir el evento. Otros, la de los hoteles más próximos a la playa. Aunque los más preparados acudieron no necesitaban de terraza ni nada, pues acudieron bien pertrechados con nevera, hielos y bebida fresca. Y no faltó quien desde el propio Muro se surtió de víveres llamando a un repartidor.

La pega que le ponían algunos hosteleros a esta jornada en la que costó encontrar en toda la mañana alguna silla o mesa vacía, era que no pocos clientes tiraban de mínimos y seguían estoicos una acrobacia tras otra consumiendo el mismo café con leche.

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Y aunque durante el transcurso del festival las zonas más apartadas de la playa notaron un cierto vacío, en cuanto la Patrulla Águila dio por concluido el programa llegaron el llenazo y las colas, ya fuera en restaurantes, locales de comida rápida e incluso heladerías. Lo de comer fue una aventura. Miguel Fernández y Rubén Pérez no habían reservado. Y, a juzgar por lo visto ayer por la mañana, como ellos casi nadie. Si los españoles ya tienen fama de corromper los horarios europeos para las comidas, lo de este domingo reventó por completo cualquier conato de convergencia, pues fue pasadas las 15.30 cuando la verdadera acrobacia era encontrar una mesa. «Hemos conseguido coger comida en la hamburguesería para comerla aquí sentados en un bordillo bajo un árbol», cuentan los dos amigos para quienes «un día es un día».

Muchos se llevaron recuerdos de las tiendas de souvenirs aeronáuticos instaladas en el Muro. Otros optaron por recordarlo con fotos y vídeos, ya sea del móvil o de cámaras de última generación. Porque ya se sabe que esto cada vez está más profesionalizado y cada persona ya no ocupa el espacio de una persona. Ahora es él y su trípode y su cámara. Y su batería portátil, que lo de ayer duraba más de tres horas. Grabando, con calores aliviados por los botellines de agua (o cerveza) de aquellos que siempre ven la oportunidad de negocio y aparecen de entre las multitudes para vender una nada despreciable refrigerio.

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