Radiaciones en El Llano
El estudio 'La irradiación de los microbios y su aplicación a las vacunas' firmado por Carlos Peinador llegó a prensa científica inglesa
Fue toda una innovación en la ciencia veterinaria y se estudió en Gijón. Del barrio de El Llano, concretamente, llegó a páginas de la revista 'Discovery' el artículo titulado 'La irradiación de los microbios y su aplicación a las vacunas', firmada por el director del instituto salmantino Victoria y por «el joven gijonés don Carlos Peinador Martín, radioelectrotécnico». «Por haberse efectuado algunas de dichas experiencias en el Instituto de Biología establecido en el barrio de El Llano de nuestra villa, por la Diputación Provincial de Oviedo, y haber intervenido en ellas el joven gijonés citado, a continuación publicamos íntegro el artículo de referencia», leemos tal día como hoy, pero de hace 75 años, en ELCOMERCIO.
Se defendía en el artículo la importancia de las radiaciones atmosféricas para el desarrollo de los gérmenes que afectaban a los animales, también los humanos. Todo empezó basándose en Ulrico de Alchelburg, quien describiera el caso de un pueblo en el que proliferó súbitamente la gripe tras un episodio de «borrascosa tempestad». Obtuvieron los científicos en sus dependencias gijonesas varios bacilos del carbunco, 'Bacillus anthracis', modificados «por medio de corrientes de elevado voltaje y frecuencia media (onda larga)» en su patogenicidad, «virulencia proporcional al tiempo de duración de la irradiación sufrida». Yse probó en dos de las especies animales más afectadas por el carbunco: el ratón y la cobaya.
Bacilos fagocitados
«La atenuación conseguida alcanza una patogenicidad para el ratón que varía de cuatro a treinta días. Es decir, que a la misma dosis inoculada subcutáneamente al ratón, mata a este según voluntad operatoria en cuatro, cinco... hasta treinta días. Pasado este grado de atenuación de treinta días como límite máximo, los bacilos son fácilmente fagocitados por el organismo». Aquello, según los autores, podría suponer un antes y un después en la elaboración de vacunas veterinarias «para cada una de las enfermedades infecciosas conocidas». Confiaban, decíamos hace tres cuartos de siglo, en que la adaptación «será llevada a cabo por personas de mayor experiencia». Un paso más.