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P. LAMADRID
GIJÓN.
Lunes, 15 de enero 2018, 01:12
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Rubén es un luchador por partida doble. El pequeño gijonés, de 22 meses, acaba de recibir la médula ósea de su hermano mayor, Gabriel, para hace frente a la mucopolisacaridosis tipo uno, una enfermedad rara también conocida como síndrome de Hurler. Su organismo no produce una enzima determinada y, como consecuencia, acumula toxinas. Todas las semanas debía recibir esta enzima por vía intravenosa. Pero el tiempo corría en su contra y, si no recibía un trasplante de médula ósea antes de cumplir dos años, sería imposible frenar el proceso degenerativo.
El pasado mes de mayo, los padres del niño, vecinos de El Cerillero, decidieron hacer un llamamiento a la ciudadanía para promover la donación de médula. No solo para beneficiar a su hijo, sino también a todas las personas necesitadas de ese gesto solidario que salva vidas. En septiembre, recibieron una la buena noticia desde el Hospital Vall d'Hebrón, en Barcelona. Habían encontrado un cordón umbilical compatible con Rubén y procedente de un donante estadounidense, del que se extrajeron células madre para introducirlas en el organismo del niño mediante una transfusión. De modo que la familia se trasladó a la capital catalana para llevar a cabo el tratamiento. Pero el procedimiento terapéutico no se desarrolló de forma satisfactoria. «El trasplante de cordón umbilical no implantó, así que hubo que hacer otro», explica el padre de Rubén, Gabriel Martínez. El problema fue que, en ese momento, no había otro donante compatible con el pequeño. Y el tiempo para realizar esa práctica indispensable se agotaba. Así las cosas, los médicos que tratan a Rubén decidieron recurrir a Gabriel, su hermano mayor. En un principio, se había descartado esa posibilidad porque, aunque ambos eran compatibles, el niño también era portador del gen de la enfermedad, aunque no la había desarrollado.
Pero ahora Gabriel ha ofrecido una oportunidad de mejoría a su hermano pequeño. El trasplante de médula se produjo el 21 de diciembre en el centro hospitalario barcelonés. «A día de hoy, seguimos en la cámara de aislamiento», señala el padre. Ahora queda esperar a que el organismo de Rubén logre producir células sanas gracias a la médula de su hermano mayor. «Aún nos quedan más pasos por dar», indica Gabriel Martínez, quien se turna con su mujer, Raquel de Lucas, para acompañar al pequeño en la habitación de aislamiento.
Esta es una fase imprescindible en este tipo de trasplantes. Con esta medida, los facultativos pretenden minimizar el riesgo de que el enfermo contraiga infecciones. Gabriel y Raquel pasan 24 horas cada uno con el niño, que evoluciona bien. Desde Barcelona, aprovechan para recordar la importancia de donar médula para dar oportunidades de vida a las personas que las necesitan.
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