Un siglo desde que Gijón perdió a su conde benefactor
El 25 de noviembre de 1923 fallecía en Madrid Álvaro Armada de los Ríos en un desgraciado accidente que conmocionó a la ciudad. Este sábado su familia le recordará en Deva
Sólo tenía 37 años cuando, debido a un desgraciado accidente de ascensor en casa de sus suegros, el madrileño palacio de Castroserna, falleció Álvaro Armada de los Ríos Enríquez, séptimo conde de Revillagigedo. Fue el 25 de noviembre de 1923 y el pesar fue unánime en Gijón, ya que la ciudad perdía a uno de sus principales exponentes. Siempre desde la discreción, había trabajado duramente en favor del desarrollo gijonés, tanto desde el punto de vista industrial como social. Prueba del tremendo cariño que los gijoneses tenían por el conde de Revillagigedo fueron las multitudinarias pompas fúnebres, con el traslado del cuerpo desde la Colegiata de San Juan Bautista hasta la capilla de Peñafrancia, en Deva. Se cumple un siglo del fallecimiento y por ello su familia lo recordará el sábado con una misa que se celebrará, en la capilla de Peñafrancia en la que reposa, al mediodía.
Su nieto, Álvaro Armada, conde de Güemes, quiere reivindicar su legado, una herencia que «se encuentra conmigo todos los días, como español y como asturiano. Es un testamento espiritual de cómo comportarse». Prácticamente ha quedado en el olvido de la ciudad el compromiso social de Álvaro Armada de los Ríos y todo lo que hizo por el desarrollo no sólo de Gijón sino de toda Asturias: «Vivió la parte de Asturias más importante, como fue la industrial», asegura el conde de Güemes. Y es que Armada de los Ríos Enríquez dejó su impronta en actuaciones tan importantes como la construcción del puerto de El Musel y la del ferrocarril de Langreo. «Se dedicó a dejar una estela de servicio a la sociedad asturiana de forma desinteresada y sin buscar nada a cambio».
Pero, ¿quién era Álvaro Armada de los Ríos Enríquez? Nació el 9 de febrero de 1886 y se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, aunque se ocupó principalmente de los intereses familiares. Al fallecimiento de su padre, en 1907, obtuvo los títulos de séptimo conde de Revillagigedo, con Grandeza de España, octavo marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo, y quinto conde de Güemes. Fue condecorado con la Gran Cruz de Carlos III. Siempre fue un monárquico independiente y tuvo estrechas relaciones con la Corona. A nivel político, representó a Gijón en el Congreso de los Diputados y, posteriormente, ingresó como senador por derecho propio.
Su apoyo a la ciudad
Hizo contribuciones a la ciudad que todavía están muy presentes, como los terrenos para el cementerio de Ceares, la cesión del suelo frente al palacio de los Valdés Hevia, potenció el palacio de Revillagigedo, puso la primera piedra de la Fundación Revillagigedo, en El Natahoyo, «la primera escuela de formación técnico-comercial de España» y a principios de siglo adquirió el periódico EL COMERCIO, entre otras muchas cosas. Por eso, su nieto Álvaro Armada indica que «estoy convencido de que, era tal su prestigio e influencia, que si no hubiera fallecido habría hecho algo en la revolución del 34».
Y el conde de Güemes pone en el acento en su defensa de la clase trabajadora. Presidió el Ateneo Obrero de Gijón y llegó a defender a los obreros en sus derechos mineros frente a la grandes familias que se querían hacer con todas las concesión. «Tenía un gran sentido de la justicia social», apunta Álvaro Armada, quien lamenta que su figura haya quedado prácticamente en el olvido en una ciudad a la que dio mucho.
Es más, también participó en el ámbito deportivo. Fue presidente del Club de Regatas y del Sporting. Gracias a sus gestiones directas, el Rey Alfonso XIII aceptó la presidencia honoraria protectora de la entidad, por lo que fue la primera de Asturias en conseguir el título de Real Club.
Tal era su prestigio en aquella época, sobre todo por el desarrollo de El Musel, que «el alcalde Claudio Alvargonzález quería cambiar el nombre a la calle Corrida y ponerle calle del Conde de Revillagigedo. El lo rechazó por completo, porque dijo que había sido un trabajo de muchas personas y no de individualismos».
Su muerte y su legado
El fallecimiento de Álvaro Armada de los Ríos Enríquez fue una auténtica desgracia. Ocurrió un domingo, tras una cena en casa de sus suegros. Un percance con un ascensor le ocasionó graves heridas que, a pesar de las atenciones médicas recibidas, le causaron la muerte. EL COMERCIO detalló pormenorizadamente el suceso, así como las posteriores honras fúnebres que se celebraron tanto en Madrid, como con el posterior traslado del cadáver en tren a Gijón y el multitudinario homenaje que le rindieron los vecinos de su ciudad.
Pero todavía se puede recuperar su legado. Al menos, la correspondencia privada que mantuvo con diferentes estamentos sobre los desarrollos que afrontó en Gijón. El archivo de la familia fue recientemente vendido al Ministerio de Cultura (en 6,3 millones de euros), después de que el anterior equipo de gobierno no mostrara interés alguno por conservar una documentación que no debería haber abandonado Gijón. Pero los cuatro legajos con documentación meramente local podrían formar parte de «un centro de investigación histórica en un pequeño espacio del palacio de Revillagigedo. Eso sí, tendría que interesarse en ello el Ayuntamiento de Gijón para poder digitalizar los documentos que ahora se encuentran en el Archivo Histórico de la Nobleza, sito en Toledo.
Estos documentos forman parte del archivo histórico de la familia y dado su valor único fueron incautados durante la guerra civil por la Junta del Tesoro Artístico, para protegerlos en Madrid de los bombardeos. Posteriormente fueron vendidos a sus dueños. Gran parte de ellos están digitalizados, pero no así los que hacen referencia a Gijón, pero Álvaro Armada cree que «es un trabajo fácil. Se podría hacer en un mes».
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