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Buenas noticias para Miguel Ángel López, el hombre parapléjico de 76 años atrapado en su casa, el número 8 de la calle Juan Alvargonzález, ... en Gijón, desde el día del apagón por una avería en el ascensor que se prolonga ya 17 días. Aunque sigue sin haber novedades acerca de la reparación y los vecinos tendrán que esperar todavía una semana, como mínimo, para recuperar su rutina habitual, la historia de Miguel Ángel ha calado y son muchos quienes se han volcado en ayudarle.
Uno de ellos es Emilio Álvarez, presidente de la ONG Corazón Solidario por una Vida Digna y recuperador físico especializado en personas mayores, convalecientes o con movilidad reducida. En cuanto supo de su situación, no dudó en actuar. «A este hombre hay que moverle, no puede estar así un mes», expuso, y se puso manos a la obra para contactar con él y poder «ir a hacerle compañía y entrenarle». Un acto altruista y solidario que llevará a cabo desde su ONG que llegó justo en el momento idóneo.
Emilio Álvarez se dedica a entrenar a personas con problemas de movilidad en residencias o domicilios particulares y Miguel Ángel estaba buscando precisamente alguien que fuese a su casa a ayudarle con la rehabilitación. Lo primero que preguntó fue: «¿Cuánto tengo que pagar?». Poco se imaginaba la respuesta que iba a recibir (y que Emilio tuvo clara desde el primer momento): «Nada de dinero a cambio». Su primera sesión será mañana por la tarde, cuando se conocerán y empezarán a trabajar la movilidad en los pies y la columna mediante masajes y otros ejercicios. «Estoy encantado», asegura Miguel Ángel, quien podrá entrenar y recuperar algo de fuerza hasta que su vida se restablezca.
Como adelantó EL COMERCIO, son más los vecinos afectados por esta situación. Juan Bautista, de 95 años y grado máximo de dependencia según la ley, ya no camina y la única actividad que le queda es socializar. «Era un lector incansable, pero ya no puede leer, y le gustaba mucho la tele, pero ya no ve. Tampoco puede jugar a las cartas ni a las fichas. Por los años y el deterioro, lo único que le queda es salir a la calle, dar un paseo y poco más», cuenta su hija, Socorro Bautista, que vive con él.
Su padre es una persona muy sociable y ahora, que ya no puede hacer nada de lo que hacía antes, «su vida se reduce a eso». Desde el día del apagón, que le pilló en la calle con su cuidadora, «no ha vuelto a pisarla», asegura Socorro. «Está apagado, dice que se aburre y está poniéndose hasta pálido porque ya no le da el sol». El próximo miércoles está previsto que llegue la pieza necesaria para poner en funcionamiento el ascensor, pero cuentan con tener que esperar uno o dos días más hasta que la empresa de mantenimiento la instale.
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