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Estatua de Sadam Hussein en 2003 (i) y la actual 'Estatua de la esperanza', en el mismo lugar. AFP
Los sueños convertidos en desilusiones 15 años después de Sadam Husein

Los sueños convertidos en desilusiones 15 años después de Sadam Husein

Se han sucedido enfrentamientos interconfesionales con el saldo de decenas de miles de muertos

COLPISA / AFP

Bagdad (Iraq)

Sábado, 7 de abril 2018, 01:19

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Hace 15 años Abú Ali se alegró viendo entrar a los soldados estadounidenses en Bagdad. «El tirano está acabado, Estados Unidos va a ocuparse de nosotros», pensó, imaginándose un futuro radiante sin Sadam Husein. Pero los años sólo le trajeron desgracias y desolación, lamenta este iraquí de 61 años viendo las fotos de sus tres hijos muertos en atentados.

Desde la invasión liderada por Estados Unidos en marzo de 2003, Irak se sumió en la violencia. A los casi 25 años de dictadura siguieron enfrentamientos interconfesionales, principalmente entre chiitas y sunitas, y ataques yihadistas, con el triste saldo de decenas de miles de muertos. Las heridas siguen abiertas a falta de una política de reconciliación y de una reactivación económica que podría haber permitido pasar página.

Abu Alí, recuerda, con los ojos llenos de lágrimas, la muerte de sus hijos. En julio de 2007, su primogénito Alí, de 18 años, vendía sandía en una calle comercial del barrio de Karrada cuando la explosión de un coche bomba lo mató. Seis años más tarde, sus benjamines Alaa, de 23 años, y Abas, de 17, que habían retomado la venta de sandías, murieron en un atentado. Él que había soñado para sus hijos una juventud más feliz que la suya cómo iba a imaginarse que acabaría visitándolos en el cementerio.

«Cada semana visito sus tumbas», cuenta este hombre, tocado con una gorra blanca y vestido con una túnica tradicional beige. De todas formas -dice- «nadie piensa en el pueblo, los partidos no buscan más que conseguir escaños» en el parlamento.

Antes, recuerda Qais al Sharea, «Sadam Husein era un hombre fuerte, que lo controlaba todo y asustaba a todo el mundo con sus armas químicas». Por las mañanas, Qais al Sharea abría su peluquería en la plaza Al Ferdaus, en el corazón de Bagdad. La inmensa estatua del dictador estaba allí para recordárselo. El 9 de abril de 2003, prefirió permanecer en casa y ver por televisión cómo los soldados estadounidenses echaban abajo el monumento de bronce.

«Bagdad cayó cuando cayó la estatua», dice, al pie del inmenso terraplén cubierto de escombros mal disimulados bajo pedazos de chapa. Por aquel entonces, él tenía 27 años y creyó «como todos los jóvenes que pronto tendrían discotecas, restaurantes, que viajarían por todo el mundo».

Mahmud Othman, un kurdo de 65 años en la época, soñaba con un porvenir feliz después de la «pesadilla» de Sadam Husein. Pero -añade- «los estadounidenses tenían un plan para derrocar a Sadam Husein, ninguno para el post-Sadam». Las instituciones del Estado fueron desmanteladas, se lanzó un proceso de «desbaasificación» (nombre del partido Baas de Sadam Husein) y la oposición en el exilio regresó.

El problema es que la antigua oposición al dictador se dividió rápidamente, la corrupción se volvió endémica y las tensiones interconfesionales emergieron, avivadas por las milicias surgidas del vacío creado por el desmantelamiento de las fuerzas de seguridad orquestado por Estados Unidos.

«Pensábamos tener un sistema federal y democrático y tuvimos confesionalismo y chovinismo», acusa Rauf Maaruf, dirigente del partido de oposición kurdo Goran. Todas las instituciones se vieron afectadas, asegura Abdel Salam al Samer, profesor universitario desde hace 28 años. «Esperábamos que la Enseñanza superior cambiara» después del final del partido Baas. Unas esperanzas truncadas. La situación de Irak «se deterioró y la de las universidades también», afirma este profesor de 58 años, testigo de cómo las facciones políticas se inmiscuyeron en los temas universitarios y uno de sus colegas murió a manos de milicianos en 2006.

Los que pagaron un precio más alto son los miembros de las numerosas minorías étnicas y religiosas de Irak, según los representantes de estas comunidades. «Nuestro país vivió una catástrofe tras otra desde hace 15 años», lamenta el patriarca católico caldeo Louis Raphaël Sako, cuya comunidad quedó reducida casi a la nada. Además, resume Sharea, desde hace 15 años, Irak da «un paso hacia adelante y cinco hacia atrás».

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