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Chalecos amarillos: quiénes son y por qué protestan

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Manifestantes con chalecos amarillos se enfrentan a la policía cerca del Arco del Triunfo de París durante el pasado. EFE

Chalecos amarillos: quiénes son y por qué protestan

Es el primer movimiento de contestación social que ha logrado doblegar a Emmanuel Macron

EL COMERCIO

Gijón

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Miércoles, 5 de diciembre 2018, 00:37

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La revolución de los chalecos amarillos sacude Francia. El primer movimiento de contestación social que ha logrado doblegar al presidente francés, Emmanuel Macron, nació a finales de octubre en las redes sociales. Nadie está detrás de ellos. Se han desvinculado de cualquier partido político o sindicato. Su leitmotiv, el alza de los precios de los combustibles que debía entrar en vigor el 1 de enero.

Su protesta, caracterizada por vestir con chalectos fosforescentes de uso obligatorio para los conductores en caso de incidente en carretera, no ha parado de crecer. Respaldado principalmente por la población de las zonas más rurales, su poder ha ido creciendo en cuestión de días hasta desembocar en violentos disturbios en París. Su última protesta, el pasado sábado; el balance: 110 personas heridas y 287 detenidos.

Algunos analistas lo comparan con la revuelta de los 'gorros rojos' bretones que obligaron al gobierno socialista de François Hollande (2012-2017) a eliminar un impuesto a los camiones para luchar contra la contaminación. Pero para Danielle Tartakowsky, profesora de historia contemporánea, es «inédito» en varios aspectos. «Primero porque nació en las redes sociales [...] y segundo porque recurre a un nuevo modelo de organización», desligado de los cuerpos intermediarios. Y aunque tiene algunas similitudes con «Nuit Débout», la versión francesa de los «Indignados» del 15M en España, los observadores coinciden en que sociológicamente no se trata de las mismas bases.

Los «Indignados franceses» eran jóvenes urbanos, con diplomas, preocupados por la falta de oportunidades, mientras que los «chalecos amarillos» son obreros, empleados precarios, de zonas rurales o ciudades de tamaño medio, explica Jérôme Sainte-Marie, director del instituto de sondeos PollingVox. «Estos territorios han sufrido una disminución de los servicios públicos en los últimos años. Sus habitantes se sienten abandonados por los poderes públicos e ignorados por los políticos», afirma Alexis Spire, director de investigación del CNRS.

Los chalecos amarillos organizan sus acciones en las redes sociales. En su primera protesta nacional, el sábado 17 de noviembre, unas 300.000 personas salieron a las calles en todo el país. Las protestas han continuado desde entonces, con bloqueos de carreteras y de depósitos de combustibles, que provocaron a inicios de esta semana una escasez de gasolina.

Cuatro personas han muerto en incidentes relacionados con las protestas de los chalecos amarillos. La víctima más reciente es una mujer de 80 años que falleció tras las heridas sufridas por el lanzamiento de una bomba de gases lacrimógenos en Marsella.

Emmanuel Macron había dicho hace unos días que no daría marcha atrás en el aumento de la tasa a los carburantes, alegando que es necesaria para frenar la contaminación. Pero frente a una de las peores olas de disturbios en París en décadas terminó cediendo.

Su primer ministro, Edouard Philippe, anunció la suspensión del aumento de este impuesto, que debería entrar en vigor el 1 de enero, durante seis meses. Anunció también el congelamiento del precio de la luz y el gas durante el invierno, y abandonó un proyecto para endurecer las revisiones técnicas de los coches que pretendía sacar de la circulación a los vehículos más antiguos y contaminantes.

Pese a las concesiones hechas por el gobierno, los llamados a manifestar el próximo sábado, en la cuarta jornada de protestas nacionales convocada por los chalecos amarillos, se mantenían en las redes sociales.

Éric Drouet, uno de los portavoces más visibles de los «chalecos amarillos», llamó a los franceses a «regresar a París» el sábado y congregarse «cerca de los lugares del poder, los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo y la plaza de la Concordia», frente a la Asamblea Nacional. «Los franceses no quieren migajas», dijo a la AFP Benjamin Cauchy, una de las figuras del movimiento.

Por ahora, los «chalecos amarillos» gozan de un amplio apoyo público. Según una encuesta, alrededor del 70% de los franceses consideran sus demandas justificadas las protestas. Otros manifestantes, que consideran las medidas anunciadas «satisfactorias», levantaron los bloqueos de depósitos de carburante en Brest y Lorient, ambos en el oeste de Francia.

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