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Durante las últimas semanas hemos tenido ocasión de visitar un par de fábricas de automóviles de las que operan en España. Concretamente la de Pamplona en Landaven y la del Grupo Stellantis en Figueruelas (Zaragoza), y llama la atención ver las campas llenas a rebosar de vehículos terminados pero que no se pueden entregar a los concesionarios. El motivo no es otro que no están acabados del todo. Les falta algún microchip que está por llegar para dar por finalizado el vehículo, y el problema es que cuanto más accesorios tecnológicos o ayudas a la conducción ha solicitado el cliente, más microchips necesita el coche, y su demora en la entrega es aún mayor. Una vez que llegan los citados componentes el vehículo tiene que volver a la cadena de montaje para añadirlos y cerrar el círculo del pedido, con la logística añadida que ésto implica. Los retrasos en la producción por la falta de microchips están ocasionando demoras en las entregas que pueden estar entre los seis meses y un año, en función del nivel de tecnología embarcada en el modelo. De esta forma, los niveles de acceso a gama básicos tienen una entrega prácticamente inmediata, mientras que los de las gamas altas, que por cierto, son los más demandados, son los que acumulan más demoras, y seguimos con las campas llenas.

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