Janis Joplin.

Janis Joplin, la artista compleja

Un documental y una película indagan en la vida de la 'bruja cósmica', icono de la contracultura de los 60's

Miguel Pérez

Miércoles, 24 de febrero 2016, 21:14

Janis Joplin es quizás el antedecente más directo de la vida y muerte de Amy Winehouse. Una mujer con una de las voces más deslumbrantes que jamás haya dado la naturaleza, incapaz de encajar con los cánones de la época y a la que se le hizo imposible sobrellevar el peso de una fama tan rápida como arrolladora. Murió en Los Ángeles en 1970. Tenía 27 años. Una versión extendida afirma que de una sobredosis de droga posiblemente intencionada. No. La realidad parece apuntar a la fatalidad de un pico demasiado puro. Con ella esa madrugada fallecieron otros seis toxicómanos que compartieron la misma partida. Sólo su nombre pervive. Desde entonces es una leyenda grabada en el mismo retablo de Allen Gingsberg, Jimi Hendrix o el Ché Guevara.

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En breve, el próximo 4 de marzo, Universal estrena un documental, 'Janis: Little Girl Blue', de Amy Berg, que relata la peripecia vital de este icono musical sobre el que existe tanto material informativo que provoca sorpresa: desde decenas de biografías y ensayos escritos hasta entrevistas grabadas, sesiones de estudio, conciertos y varios documentales realizados en los años 60 . Sin embargo, apenas hay un puñado de metros de celuloide que lleven su vida a la ficción de modo escrupuloso. 'La Rosa', de Bette Midler, puede tomarse como una referencia cinematográfica de la 'reina de los hippies' o la 'bruja cósmica, como se la apodaba también dentro de esa laguna que está a punto de subsanarse. Porque aparte de 'Janis: Little Girl Blue', la película 'Get It While You Can', del eficaz realizador canadiense Jean-Marc Vallée, traslada a la gran pantalla la vida de quien fue precursora del feminismo sin saberlo e ídolo del rock sin quererlo.

La época que le tocó vivir a Janis está alfombrada de músicos atormentados. Algunos, como ella, de gran contenido simbólico. Ian Curtis, el líder de Joy Division, se suicidó a temprana edad. Pero tenía pocos elementos en común con la cantante de la América profunda. Ian era depresivo, arrastraba una complicada vida familiar (se casó con 19 años) y sufría ataques epilépticos agravados por el consumo de estupefacientes. Un día no pudo más. Janis, en cambio, era el prototipo de artista cuya tragedia se fue cocinando a fuego lento.

Sus coincidencias con Curtis tienen que ver con una vida en el filo, los estupefacientes -en el caso de Janis, su consumo comenzó como una manera de suplir el disparo de adrenalina de las giras y los conciertos- y una vida sentimental muy desafortunada. La cantante de rostro aniñado y soñador sólo tuvo, según sus biógrafos, dos relaciones que realmente pudieran considerarse como tal: con la exazafata Peggy Caserta y con Seth Morgan, joven novelista en ciernes que murió en accidente el mismo año del fallecimiento de la Joplin. «En el escenario hago el amor con 25.000 personas y después me voy a la cama sola», solía repetir la cantante nacida en Port Arthur en 1943, en el corazón de la América rural, segregacionista, petrolera y amante de las tradiciones, donde se abonó a la soledad a la que le abocó una sociedad que veía mal su desaliño, sus ropas nada femeninas, su rostro desmaquillado, su rebeldía e inconformismo y su capacidad para la crítica. Nada extraño, por lo tanto, que en 1963 decidiera afincarse en San Francisco en una comunidad repleta de beatniks donde desarrolló su creatividad musical y su talante a contracorriente.

Si hubiera que buscar semejanzas más allá de Amy Winehouse, la experiencia vital y posterior despeñamiento de Janis tiene muchos más puntos de encuentro con Jimi Hendrix. El genial guitarrista nació un año antes, en 1942, y murió con apenas unos días de diferencia respecto a Joplin. Como ella, falleció después de una noche de fiesta y excesos y, como ella, Hendrix se había aficionado a las drogas, como tantos otros en la época, para soportar las larguísimas giras en pie. Pero hay más: los dos son hijos del célebre Festival de Monterrey. Allí, Janis propulsó a la fama su primer proyecto musical, la Big Brother & The Holding Company (luego vendrían la Kozmic Blues Band y su secuela, The Full Tilt Boogie Band). Allí, Hendrix se convirtió en una estrella sin comparaciones posibles.

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Y al igual que éste estableció una nueva manera de hacer explotar la guitarra que todavía hoy es escuela, Janis marcó las directrices de una manera radicalmente particular de cantar. Su garganta podía pasar directamente de la melosidad del folk y el pop al desgarro más profundo del más profundo blues. Esa escala de registros la llevó a su vida, donde podía mostrarse como una muchacha afable, lectora voraz, inteligente y decidida o, cuando la ocasión lo requería, la mujer introspectiva y nostálgica o la artista salvaje que se perdía en un laberinto de fiestas, alcohol y drogas al apagarse los focos, .

'Janis: Little Girl Blue' y 'Get It While You Can' tratan de acercarse al universo personal de la 'bruja cósmica' con rigor y tanto el documental como la película tienen la virtud de desmontar clichés sobre la artista. En la segunda, Jean-Marc Vallée, que toma el título del disco póstumo de la Joplin, 'Pearl', ha necesitado un lustro para perfeccionar la historia; hasta ahí llega el carácter poliédrico de la artista. Amy Berg se decanta, en cambio, por un documental de corte clásico, con abundantes entrevistas y una narración a cargo de la artista Chan Marshall (Cat Power). Dos modos de acercarse a una estrella sin quemarse.

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