Cimata
Desde las ventanas de EL COMERCIO (edificio Space, antiguo Urquijo) la vista de Cimadevilla es un regalo. Esa montañina de casas con un palacio abrigándolas, ... la torre del reloj asomando como las cúpulas italianas de San Gimignano y Pelayo, en su pedestal, protegiéndolo todo constituyen una estampa difícil de superar. Se trabaja mejor viendo nuestro barrio alto, se produce la mayor identidad posible entre el individuo y el territorio, te sientes parte del todo de un modo más gozoso. Cimadevilla, Cimavilla, Cimata (elija usted) con el Muelle a un lado aportando su salitre. Ahora bien, la inigualable belleza de nuestro casco histórico tiene algunas arrugas a las que urgiría aplicar una crema reparadora. Ahí está, en primera línea, el histórico edificio del Escocia convertido en peligrosa e hiriente ruina. ¿Cómo es posible que nadie plantee ahí un proyecto con casa y bar en la planta baja? Iríamos a él quienes peinamos años con devoción en recuerdo del mejor pub que hayamos conocido jamás. Barrio adentro hay otros desconchones y mucho vandalismo en sus diversas formas de expresión: pintadas por todas partes (una pesadilla en todo Gijón a la que nadie pone remedio), meadas por los rincones, suciedad y alguna rotura reciente de este fin de semana. Es Cimavilla nuestra joya de la corona, nuestra quintaesencia y todo lo que se gaste en su cuidado bien gastado estará. Con o sin fondos europeos, que ese es otro cantar.
Pese a sus claroscuros, contemplar un libro editado en 1977 por el Colegio de Aparejadores bajo el título 'Andar y ver Cimadevilla' ilustra con meridiana claridad una extraordinaria transformación. Hace medio siglo, el barrio, con su inequívoco encanto, con sus marineros, con su rula a pie de mar, mantenía sus esencias intactas. Ahora bien, lucía en todo él una negrura y un abandono en contraste con la alegría de sus gentes. Como el Gijón de Garci de 'Volver a empezar' (1982). Negro, sucio y con un inequívoco sabor industrial y un bullicio total. El de ahora, comparado con aquel, luce en Technicolor. Cuando observas imágenes de entonces te preguntas si no existía la pintura, si no había un real para limpiar una fachada porque el común denominador es la negrura. Viene bien desempolvar estas imágenes para valorar lo que tenemos hoy. El avance en el último medio siglo es absolutamente espectacular. Pero debemos seguir mimando nuestro gran tesoro, el barrio de los barrios, el origen de todo. Cuando más reluzca Cimadevilla mejor será Gijón.
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