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Estamos tan bien educados por nuestros gobernantes que recibimos sumisos, incluso confundidos por una extraña euforia pospandémica, lo bárbaro. Gran Hermano ha vuelto a escena. ... Mira que nos avisó Úrsula hace cosa de semanas: «Háganse con un kit de supervivencia». Hicimos memes, chanzas y alguno, cauto, se rascó el bolsillo. El resto lo hizo ayer, comprando pilas, velas, linternas, papel higiénico (de nuevo) y agua. No está aún muy claro por qué lo del agua pero, metidos a Rambo de andar por casa, cada cual se enfunda el cuchillo que más le place. Faltaría más.
Todo lo ocurrido ayer estaba en el guion. Solo faltaba saber dónde y cuándo. El apagón era un secreto a voces. De hecho, se habla ya de completar el nombre del Ministerio de Transición Ecológica con un 'Al Apagón'. Si no estuviera previsto, ¿habría hablado Úrsula del kit? Nos empobrecemos energéticamente de forma programada. Cierran una térmica y al día siguiente la dinamitan para que no haya vuelta atrás. Lo hemos visto en Asturias. Está todo recogido en la Agenda 20/30. Sus ideólogos en la trastienda –los políticos son solo ejecutores peleles– han llegado a la conclusión de que el mundo se nos ha ido de las manos (y en eso quizá tengan razón). Demasiada gente; demasiado consumo. Así que han ideado un giro descendente a los avernos para tornar el Estado del Bienestar en Estado del Malestar con un grueso de la población dócil, dependiente y cautiva del Gobierno de turno.
En ese minuto del partido estamos. Pobreza energética sin plan B sensato y creíble. Coches eléctricos sin electricidad. Trabas al campo para que la comida acabe por escasear. Y dentro de nada, robots de palique por la calle. Entretanto, contamos más gente paseando por el Muro asida a la correa de un perro que a la mano de un niño, una foto reveladora de hacia dónde vamos. Solo falta saber si será una pandemia, un virus informático (en el chip que enseguida llevaremos en nuestro cerebro) o un silencioso misil nuclear. Nos lo tomamos todo tan bien en esta Europa ensimismada que cuando estemos exhalando nuestro último suspiro haremos un selfie para inmortalizarlo. Solo que no tendremos ya a quién mandarlo.
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