Byung-Chul Han.

Esta tarde, en el Teatro Jovellanos, Byung-Chul Han nos leerá la cartilla. Hará bien. El Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades escribe ... en alemán, pues lleva largo tiempo viviendo en tierras germanas, pero piensa en coreano. Y su filosofía vital engarza con eso que podríamos llamar orientalismo, budismo o, por decirlo de otro modo, esa línea de pensamiento que se sitúa en la orilla de enfrente del mundo occidental. Han lanzará unos misiles contra la línea de flotación de nuestra forma actual de vida. Dirá cosas como que vivimos absurdamente a carreras, que somos prisioneros del reloj, y del teléfono móvil, que tenemos una enfermiza obsesión por llenar el tiempo de acción, incluidos fines de semana y vacaciones, que desechamos la contemplación de manera sistemática, que nos puede el afán de construir un relato público de nuestra vida más allá de disfrutar de ella de forma privada, que somos esclavos de las nuevas tecnologías hasta desarrollar enfermizas dependencias y que acaso debamos pararnos un minuto a pensar –más tiempo será difícil– si somos verdaderamente felices siendo como somos, viviendo instalados de forma permanente en la sexta marcha de nuestro vehículo corporal acelerando a por una viralización en instagram mientras dejamos a ambos lados, por ejemplo, un hermoso paisaje que podríamos habernos detenido a admirar.

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Han nos dirá todo esto. O más. O menos, si le puede la prudencia. Pero eso es lo que piensa. En sus libros, verbaliza lo dicho en frases como esta: «La obligación de actuar, de producir y de rendir conduce a la falta de aire. El ser humano se asfixia en su propio hacer». Frente a ello, invita a profundizar en la meditación, donde «todo se vuelve espacioso y aireado». Él defiende la «utilidad de lo (aparentemente) inútil», una vida más sosegada y contemplativa, en comunión con la naturaleza, y ahí, por mucho que le aplaudamos esta tarde en el Teatro Jovellanos, nos dejará un reto latente de muy difícil cumplimiento. Lo previsible es que al salir a la calle comentemos todos la razón que tiene Byung-Chul Han y hagamos una sincera autocrítica. Ahora bien, ¿tomaremos alguna medida? Seguramente, no. Algunas de sus propuestas serán, cierto, inviables, pues nuestros trabajos requieren una intensidad de acción que no podemos eludir. Pero seguro que podemos hacer cosas. ¿Qué tal dejar el móvil en casa algún día y salir a la calle libres de control? ¿O cuando viajamos a un país no ir corriendo de un sitio a otro? ¿O dejar huecos en blanco en nuestra agenda? Han nos va a poner deberes. Si le hacemos caso, nos irá meridianamente mejor.

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