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El día que tú naciste y había ido con tu tía a un concierto y llegamos a las tantas a casa de tu abuela. En ... el hall había un papel que ponía: 'Nació Adrián'». Aquel día resultó inolvidable, más que por el nacimiento, porque aquellas dos veinteañeras habían ligado con los músicos y estos eran, ni más ni menos, que Los Bravos. De modo que se juntó todo. Una noche gijonesa de restayu con un niño recién nacido en la Gota de Leche. Siempre que te encontrabas a Picu por el Muro o por la arena de la playa de San Lorenzo, en especial en el entorno de la Escalerona, fluía una conversación alegre, prestosa, cariñosa en la que, periódicamente, salía a relucir lo de aquella noche loca del 13 de agosto de 1967, en la cual ella, con sus veinte o veintiún años, no solo bailó en el Parque del Piles al son de Los Bravos sino que más tarde intimó con ellos. Según recuerda EL COMERCIO de aquel domingo de agosto, Los Bravos, tras el Parque del Piles, asistían a una fiesta social del Club Motorista de Asturias. Gijón bullía. El mismo día, actuaban Los Bravos en el Parque del Piles, Los Archiduques y Les Surfs en El Jardín; José María Dalda, Los Relámpagos y Veracruz en El Náutico; y Los Españoles y Jarly Club en el Club de Regatas; mientras la Compañía de Comedias de Antonio Garisa representaba 'Este cura' en el Jovellanos. Todo ello además de la oferta de trece cines (Albéniz, Roma, Robledo, Brisamar, Hernán Cortés, Ideal, Jovellanos, Natahoyo, Fac, Goya, Arango, Avenida y María Cristina) y del anuncio de que al día siguiente, lunes, estaría Gila en el Club de Tenis. ¡Cómo no iban a descarriarse Picu y tu tía Carmen aquella noche de autos!
De todas las conversaciones con Picu en estos años, con el salitre del Muro por testigo, te quedaba siempre un regusto alegre del encuentro con alguien que, además del afecto, transmitía siempre un contagioso entusiasmo vital. El viernes, con gran pesar, acudiste a su funeral en San Pedro sin tiempo para haberte enterado antes de que «el bicho», como ella lo llamó, se había colado en su menudo cuerpo pocos meses antes. Soltera y sin hijos, con 79 años, temías acudir a una iglesia desangelada por falta de una familia amplia a sus espaldas. ¡Para nada! La iglesia estaba llena, de la primera fila a la última, para decir adiós a una entusiasta gijonesa que llevó siempre la alegría allá donde fue. Si decimos María del Pilar del Cueto Cardín, si escuchamos al cura decir en el funeral María del Pilar, se extraña poderosamente que no llamen Picu a Picu. Pues así la conocíamos todos.
Picu trabajó toda su vida en la naviera Ruiz de Velasco y estos últimos años, ya jubilada, cultivó el buen vivir cuanto pudo. Llamaba al Náutico el jardín de su casa, pues vivía al lado y allí quedaba regularmente con sus amigas. «Todo lo que tenía de pequeña lo tenía de grande por dentro. Hoy brindaremos por ella», decía entristecida una de sus fieles. Que sea con una tierna sonrisa.
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