Las modas tienen caprichos insondables. Hay fiebres diversas: de repente, todo el mundo calza Pitas. O todo el mundo pasea un perro (o dos, haciendo ... alardes). O todos vemos 'Yellowstone' y sus precuelas. En muchas cosas, vamos literalmente en manada, como las vacas de la serie o, adaptado a nuestros horizontes, como las frisonas. También hay modas verbales. En Gijón siempre hemos tenido nuestros modismos. Nuestro insulto más universal, por ejemplo: «Tú yes mongol». Dicho fuerte, a toda máquina, con la caja de resonancia corporal a pleno pulmón. Un insulto 'made in Gijón' en toda regla, sin presunto ánimo de injuriar a Mongolia. Luego están los saludos y las despedidas. Muy típico durante largo tiempo al encontrarte con alguien de confianza media, o escasa, ha sido escuchar un manido: «¿Qué tal? ¿Todo bien?». Un latiguillo que pide a gritos una respuesta anodina, pues no parece buen plan empezar a relatar males. «Pues mira no, vengo del médico, bla, bla, bla...». Si alguien te dice en la calle «¿qué tal? ¿todo bien?» es para que le contestes que sí, que todo bien, faltaría más. Pero este cilúrnigo ha sufrido varias veces una repregunta que lo dejó totalmente noqueado. Después de contestar a la primera un lugar común, recibió exactamente a continuación la misma frase con un adverbio de acompañamiento a modo de variante: «Entonces, ¿qué tal? ¿todo bien?». Toda una invitación a salir corriendo en dirección contraria. ¿Qué decir a la segunda?
Ahora ha crecido una moda, como una mancha de aceite, para las despedidas, en este caso, nunca entre amigos íntimos, donde el lenguaje es tan natural que a veces se pasa de frenada. Esto es más bien en ámbitos laborales o relaciones esporádicas. Te topas con alguien, mandas un guasap a un gabinete de prensa, acabas una conversación telefónica... Y tu oponente cierra la interlocución, seguro de sí mismo, con un profesional: «Vamos hablando». Esta expresión hace tres años literalmente no existía en el firmamento terráqueo. Un día se le ocurrió a alguien, la soltó y triunfó. ¡Qué pena de patente perdida! Cuando alguien te remata con un «vamos hablando» tú lo imaginas al otro lado del teléfono o del guasap con gesto satisfecho considerando culminada al más alto nivel una conversación. Y así, de repente, todo concluye con un «vamos hablando». O sea, esto no acaba aquí, sino que seguirá en sucesivos capítulos, pues eso que has pedido no te lo puede facilitar al instante y como muestra de buena voluntad recibes ese regalo de moda en dos palabras: «Vamos hablando». En un acto de extraña timidez cilúrniga, aún no te has atrevido a incluirlo en tu vocabulario. Acaso para hacer una adaptación 'a la gijonesa', planificas unos primeros ensayos a ver cómo te encuentras. Cuando alguien te pare por la calle y te diga eso de «¿Qué tal? ¿Todo bien?», tú le contestarás implacable: «Vamos hablando». Y que salga el sol por el Cerro de Santa Catalina.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.