Algoritmos
Me han preguntado en una encuesta si creo que nuestra sociedad está «polarizada y por qué». Una vez respondías que sí o que no, lo ... siguiente que te pedían era seleccionar entre cuatro opciones para explicar lo elegido. Yo me decanté por el sí y después me dieron esas cuatro posibilidades. Entre ellas una muy de moda últimamente, a saber, que «la sociedad está polarizada por los algoritmos de internet». Era la segunda opción. La primera tenía que ver con los medios de comunicación que suelen ser diana fácil en estos casos.
Como era tarde y no tenía nada que me distrajera del insomnio, fui navegando (hermoso término que tan bien ha sabido adaptar la era internet) entre artículos varios sobre los temidos algoritmos del demonio. Hay una variedad sorprendente de información sobre el asunto y, también, de posibles estrategias para huir de ellos. Cada una de las páginas visitadas me pidió consentimiento o rechazo de datos, por la ley de protección, ya saben. Y ahí me di cuenta del comienzo de la polarización: qué fácil el consentimiento, qué pesado el rechazo. Incluso, qué pesadilla tener que volver a cubrir la lista de usos que no quieres admitir, aunque ya lo hayas hecho apenas quince minutos antes. Con las páginas que tienen tu amplio y generoso consentimiento no sucede, claro.
En definitiva, me fui a dormir sin concluir la encuesta, porque al tenerla en pausa tuve que volver a rechazar unas cositas sobre 'nosotros y nuestros socios almacenamos o accedemos y blablablá'. Lo que me dejó claro que, como todo, la polarización tiene mucho que ver con el interés, con la curiosidad y las ganas de echar tiempo en algunas cosillas. Y que la pereza sigue siendo un nicho de mercado.
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