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Quien tengan la esperanza de que en este país se pueda abrir espacios de concordia para los grandes acuerdos, que se vaya olvidando. La idea ... forma parte del reino de la utopía. Es una quimera, nada de este mundo. No tenemos mandatario alguno capaz de resolver el entuerto de la polarización extrema en la que se ha caído. Esto no tiene remedio. La acción política está empapada de lo peor que se puede ofrecer al ciudadano. Ocultismo, contradicciones, trampantojos, ocurrencias, dislates…
La mentira se disfraza de verdad, la verdad se esconde en el fondo del armario. La realidad se deforma. Los políticos, de uno u otro signo, presionan hasta la extenuación, a todos los niveles, para tapar sus vergüenzas. Que la maldad no reluzca. Que no se ponga al desnudo la incompetencia. Cuando se produce el contratiempo, la responsabilidad siempre está en la esfera ajena. A ser posible, en la del adversario. Por ello nadie de mano dimite. Cuando lo hace, no nos engañemos, es de manera irremediable antes del cese que salve los intereses creados.
Mientras el gobierno teje el relato para explicar las causas del apagón, oficialmente aún sin conocer porque dice que se analizan 756 millones de datos para establecer lo que ocurrió y fijar la culpa, hemos asistido a otra semana esperpéntica. Sánchez levantando muros para proteger una planificación energética nefasta, que se ha estrellado por exceso de velocidad y escasa frenada. Y la oposición mezclando churras con merinas introduciendo el debate nuclear como argumento para rechazar las iniciativas contra la guerra comercial y debilitar al Ejecutivo. El sistema eléctrico necesita una profunda revisión por sentido común para ganar en seguridad. Pero las medidas que se tengan que introducir, incluido el protagonismo que deba tener cada una de las fuentes de energía, deben ser pactadas tras una serena discusión.
Lo único que sí ha quedado claro estos días, admitido por el propio gobierno, es que el asunto del apagón, sea cual sea la razón que nos llevó al corte, tendrá su repercusión en el recibo de la luz. Tarde o temprano sufriremos sus consecuencias todos los ciudadanos, no solamente los «ultrarricos» a los que Pedro Sánchez señaló entre los culpables del 'affaire'. El alcance está pendiente de determinar.
Siguiendo con la relación de desatinos de esta última semana, nos dimos de bruces en el regreso del puente de mayo con el colapso ferroviario Sevilla-Madrid por el sabotaje diagnosticado por el ministro de Transportes. Tenemos por costumbre creernos lo que dicen los ministros, sobre todo cuando lo hacen con tanta seguridad como la que expresó Óscar Puente. Pero por la misma causa que dejó tirados miles de viajeros en la primera línea de AVE que se puso en marcha en España también hemos sufrido percances en Asturias. El robo de cable está tan extendido que ya empezamos a asumirlo como un delito habitual. En Asturias, si lo concebimos así, se produjeron en un año más de doscientos sabotajes. En las líneas férreas, en naves, en el alumbrado de carreteras... Y a propósito de ello, en Gijón seguimos a la espera de que el susodicho Ministerio devuelva la luz a la ronda. Hace más de un año que este periódico denunció la penumbra en la entrada y salida principal de la ciudad y las farolas continúan apagadas.
Otro tema. La consulta pública de la OPA del BBVA sobre el Sabadell. El Gobierno saca de la chistera un referéndum popular sin precedente alguno con seis preguntas para atar su decisión sobre la operación, después de la autorización por la Comisión Nacional de la Competencia. Quienes alegaron desde Asturias cuando se oficializó la oferta de adquisición tienen ahora otra oportunidad para pedir que el impacto en las pymes, en el empleo y en el mercado financiero regional sea el menor posible.
Si realmente el Gobierno busca argumentos para limitar la absorción, ya los tenía de antes sin promover un plebiscito ridículo. Pero recordarlos con el convencimiento expresado tampoco parece que sea excesivo trabajo. De todas formas, la OPA, finalmente, será resuelta por los accionistas, que a estas alturas están suficientemente informados. Si el Sabadell queda o no con su propia marca dependerá de lo que decidan los dueños.
Y el último, para acabar, una comparecencia también de estos días. Llamó la atención la declaración de la vicepresidenta y ministra Sara Aagesen en una interpelación del PP en el Senado sobre la tragedia minera de Cerredo. La lección de la Administración central en materia de sobre avisos está sobradamente aprendida después del cúmulo de desastres que ha venido afrontando este Gobierno. Dijo Aagesen que Transición Ecológica advirtió al Principado de la denuncia sobre la extracción ilegal de carbón el 12 de marzo. Siete minutos después de que la recibiera el Instituto de Transición Justa, fue remitida a la Dirección General de Energía en Asturias. Cada vez se entiende más la voladura por el presidente Adrián Barbón de la Consejería de Industria.
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