Naval azul y la política
El empleo de la obstaculización al progreso de la ciudad como estrategia es el mayor acto de deslealtad que se puede cometer con Gijón
No hay precedente alguno en la historia reciente de Gijón que el estreno de una presidencia en El Musel agrietara los cimientos de la relación ... entre la Autoridad Portuaria y la municipal de la manera que se está viendo ahora. Es verdad que la llegada de Nieves Roqueñí, procedente de la extinta Consejería de Transición Ecológica e Industria, no fue recibida con excesivo agrado por parte del equipo de gobierno local. Desde el primer momento se dedujo que con el relevo del indomable Laureano Lourido se estaba procediendo a una operación de mayor calado político, que comenzó con el desembarco directo de la delegada del Gobierno, Adriana Lastra, en el consejo de administración portuario.
Pero, fuera de las suspicacias políticas, no se esperaba que el PSOE volviera a cometer con la nueva etapa abierta en El Musel los mismos errores que ha venido acumulando con todas aquellas cuestiones relativas a los grandes proyectos de una ciudad que aspira a avanzar en su modernización y crecimiento. Hay que recordar que el propio presidente Adrián Barbón pidió públicamente perdón por los agravios sufridos por esta ciudad. Deshacer el acuerdo de cesión de la franja del litoral de Naval Gijón se considera otra afrenta más.
El alboroto político generado solo tiene un origen. Si se cumpliera lo pactado, posiblemente hoy en este espacio se estaría hablando de lo positivo que resulta la alineación de voluntades y la colaboración institucional. No es así. El desarrollo de Gijón lleva veinte años bloqueado. Seguir haciéndolo, plan tras plan, proyecto tras proyecto, es simple y llanamente reprochable. Quien crea que de esa manera puede sacar tajada supone un desprecio a quienes depositan el voto. La confianza se recupera, o se gana, facilitando el camino hacia la prosperidad. Eso debe ser la utilidad del ejercicio político. El empleo de la obstaculización al progreso de la ciudad como estrategia es el mayor acto de deslealtad con Gijón. Utilizar las instituciones con ese fin, más aún. Ahora bien, de la misma manera que no cabe el frentismo radical, tampoco cabe el disimulo. Es decir, fingir que se hace, que por desgracia también abunda.
El tenso consejo social evidenció la profunda indignación por los desaires a la ciudad
En marzo del año pasado, la Autoridad Portuaria y el Ayuntamiento alcanzan un acuerdo por el que el Consistorio gijonés expresa su intención de adquirir 35.000 metros cuadrados del suelo de Naval Gijón propiedad del Puerto y la cesión gratuita de otros 3.848 metros de franja que limita con la lámina de agua. El objetivo es el desarrollo de ese espacio para el proyecto de Naval Azul. Se emprenden entonces todas las tramitaciones administrativas por ambas partes, sin objeciones en ningún estamento, y se firma la operación ante notario el 12 de diciembre de 2024, con la presencia en el acto del secretario de Estado de Transportes y el presidente de Puertos del Estado. Cinco días después, este último ente estatal da el visto bueno a la cesión de la franja y el pasado mes de febrero, Patrimonio del Estado emite su informe favorable.
A partir de ahí, coincidiendo con la nueva dirección portuaria, se produce el cambio de guion. Los actuales rectores deciden dar marcha atrás en la entrega de esa pequeñísima porción de suelo al municipio, encargan un proyecto de plataforma flotante para actividades náuticas, dicen que están dispuestos a costear la urbanización de ese tramo y presentan al Ayuntamiento un convenio para ello. La actuación, que quieren iniciar justo después de que se celebre la Semana Negra en el recinto, no cumple con el objetivo municipal de abrir totalmente la franja al paseo ciudadano, pues prevé restringir el tránsito en función del uso deportivo y de ocio marítimo que tenga. Se plantea un proyecto propio solapando al proyecto de ciudad en un emplazamiento de interés general. Y se alegan cuestiones legales para anular lo comprometido, frenando la pérdida de control por parte del Puerto de una parte del litoral que le puede reportar con su explotación algún ingreso. Pero el mayor motivo es otro, restarle protagonismo al gobierno local de Foro-PP en la recuperación de un lugar que lleva más de quince años baldío desde el cierre del astillero.
El gobierno consistorial respondió a la negativa a la cesión con un requerimiento previo a que el 'affaire' llegue a los tribunales, dando treinta días de plazo a la dirección portuaria para que proceda a cumplir el acuerdo. La judicialización conlleva el riesgo de retrasar la recuperación de esa zona para el disfrute público, pero en todo caso el culpable será quien ha decidido la ruptura de un pacto que llevaba como condición la entrega gratuita de aquella delimitación al municipio.
En el tenso consejo social celebrado el viernes se evidenció la profunda indignación social, empresarial y vecinal en Gijón por los constantes desaires a la ciudad. De la reunión salió la intención de un encuentro entre el Ayuntamiento y el Puerto para encauzar el diálogo con un mandato claro: no se trata de determinar quién puede colgarse las medallas, sino de que Naval Azul no naufrague también en la maldita tempestad de la política.
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