Tempestad en el ecuador
Ni las noticias sobre la buena evolución de la economía y del empleo salvan el tránsito hacia el ocaso del gobierno de Pedro Sánchez. Y aquí en Asturias, sin ir más lejos, la rebelión de la enseñanza dejará en el Principado un elevado sobrecoste
Hace quinientos años Fernando de Magallanes encontró la desgracia al pasar el ecuador por segunda vez en su histórica expedición por el Pacífico. Cuando buscaba ... las Molucas un error en el rumbo hacia el noroeste le llevó a Filipinas. Y allí, con una tripulación diezmada y con el ánimo por los suelos, se dejó llevar engañado por su desmedida ambición y pereció en el intento de conquistar Mactán.
El episodio del famoso explorador portugués viene a cuento de lo que acontece habitualmente también en la política una vez que el gobernante de turno llega a la mitad de su segundo mandato, cuando repite el traspaso de esa línea imaginaria. En España ha sucedido en todas las ocasiones después de los trece años y medio que gobernó Felipe González tras ganar cuatro elecciones generales seguidas. Pasó con José María Aznar, con José Luis Rodríguez Zapatero y con Mariano Rajoy. Y en todos los casos, incluido también en el del primer mandatario socialista después de su largo periplo en la Presidencia, el final estuvo plagado de escándalos y desatinos.
La travesía de Pedro Sánchez, rodeado de imputaciones familiares y supuestos casos de corrupción de personas que fueron de su confianza en el partido, señala también ese final del camino tumultuoso que se ha venido reiterando en el país. El nivel de autodesgaste que lleva al estertor es mucho mayor que el daño provocado por el lanzallamas de la oposición. Hemos visto estos días de atrás que los sondeos apuntan a un claro cambio de signo en el gobierno en el caso de que se celebraran elecciones. El retroceso del PSOE, el hundimiento a su izquierda y la fragmentación nacionalista hace difícil que la suma actual en el Parlamento se repita, en tanto que se amplía el espacio ocupado por la derecha. La resistencia tiene fecha de caducidad y en estos momentos parece imparable ese cambio de ciclo dentro de la polarización de la política española. Un fenómeno que se ha convertido a la vez en uno de los grandes problemas que perciben los ciudadanos en las encuestas, después de la vivienda y de la corrupción, que fue precisamente el combate contra ella la razón que llevó al líder socialista al Palacio de la Moncloa. La reciente Conferencia de Presidentes ha saltado por los aires por la insalvable división.
Ni la buena evolución de la economía y del empleo parece poder salvar ese tránsito hacia el ocaso. Esta misma semana, el buen dato sobre la evolución del desempleo quedó arrinconado por los episodios en los que está enfrascada la política. En Asturias, sin ir más lejos, el paro está próximo a lograr el mejor registro de la historia desde que se tiene conocimiento de ello. Lo más probable es que de continuar esa tendencia, con las contrataciones estivales en marcha, nos colocaremos al final del verano en los niveles que existían antes del estallido de la crisis financiera en 2008, cuando ya se empezaba a hablar de la cercanía del pleno empleo técnico en la región. La Seguridad Social está rozando igualmente el número de cotizantes que teníamos hace diecisiete años.
Son unas cifras oficiales fabulosas, desde luego, aunque al escudriñarlas aparecen componentes que no dejan de ser preocupantes por la realidad que esconden. Sigue habiendo un exceso de temporalidad, las condiciones de los nuevos trabajadores no dejan de ser precarias, el paro de larga duración es amplísimo y continuamos a la cabeza en la tasa de desempleo juvenil. Y después otra cuestión que indica que no es oro todo lo que reluce en la actividad económica. El mayor empleador es la administración pública, más que el propio sector turístico. Solo el crecimiento de la ocupación en sanidad y educación duplica en el último año al de la hostelería.
El protagonismo que, cada vez con más fuerza, está cobrando el sector público supone un alto riesgo para las cuentas. El balance positivo de la economía y del empleo corre el peligro de mutarse en drama si no se logra el equilibrio entre lo público y lo privado. En el caso de que se tenga que aplicar una corrección, las consecuencias pueden ser nefastas.
La estadística del paro en la región ha quedado tapada por el estallido de la enseñanza. El Gobierno de Adrián Barbón está sufriendo también las adversidades de ese segundo paso del ecuador. Incluso, como padeció también Magallanes, con algún amotinado que participa de la revuelta en la calle. La huelga educativa dejará tras de sí un elevado sobrecoste, no solo la dimisión de Lydia Espina o el esfuerzo económico que conlleva. Con ella aflora el malestar general de los empleados públicos en todas las ramas de la administración, puede arrastrar al resto de las consejerías y lleva a poner en cuestión el modelo de gobernanza aplicado hasta ahora. La reflexión a partir de la ebullición tendrá que ser muy profunda.
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