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Lo que pueda decir hoy quizás no sirva ya para mañana dada la velocidad del rayo con la que se mueve el mundo, que impide ... bajarse, como planteaba la máxima mafaldiana, sin correr un riesgo fatal. Pero el pasado 16 de febrero, en este mismo espacio dominical, se expresaba el deseo de que las afrentas del trumpismo acabaran dándose de bruces por los efectos que se fueran generando en la economía y en la vida de los propios estadounidenses. Y es que apenas transcurrido un mes, la política de la 'American in first', golpeando la globalización con un nacionalismo extremo, empieza a tener consecuencias internas cuando aún las medidas del Gobierno republicano apenas brotaron.
Aunque Donald Trump, en su primera alocución en el Congreso, advirtiera con toda su bravuconería que la actuación para devolver la época dorada a los Estados Unidos «no ha hecho más que empezar», lo cierto es que lo que se ha iniciado es un cambio de ciclo en la economía norteamericana. Es posible que la estrategia del matonismo con la que se ha reestrenado en el cargo incluya los costes que empiezan a impactar sobre el cuadro macroeconómico. Y que los réditos de las presiones con la guerra comercial lleven finalmente a un saldo largamente positivo. Todo dependerá de la capacidad de respuesta al proteccionismo exacerbado.
De momento, las barreras arancelarias se van posponiendo, como en el caso de la automoción con México y Canadá, ante el peligro de que el bumerán acabe golpeando con dureza en Detroit. Analistas norteamericanos sostienen que la batalla comercial planteada por Trump con estos dos países fronterizos puede conllevar un aumento inmediato de 0,7 puntos en los precios y una reducción del producto interior bruto de 0,4. Si se añaden los aranceles con China, la caída del PIB sumaría otro medio punto más.
Se da la circunstancia de que la inmensa mayoría de los sobrecostes arancelarios tienen que ser asumidos por las propias compañías estadounidenses y, por repercusión en cadena, los consumidores. Empresas y ciudadanos vuelven a ver las orejas al lobo. El sector manufacturero afronta la situación con desconfianza. Estados Unidos se asoma al estancamiento económico, incremento del paro y mayor coste de la vida. La temida estanflación.
En ese escenario incierto, de amenaza diaria y humillaciones retransmitidas en directo, es imperiosamente necesario destacar la reacción que está teniendo Europa ante las trampas constantemente tendidas por el trumpismo. En los últimos días, frente a la locura desatada por el mandatario norteamericano sacudiendo el orden internacional y buscando el negocio en Ucrania con una inyección de moral para Vladimir Putin, la respuesta de la UE está discurriendo por la línea correcta. Es una contestación sosegada, evitando las fisuras, alineada con los valores democráticos que distinguen al continente y emprendiendo los mecanismos de autoprotección ante las arremetidas sin parangón en el último medio siglo del autoritarismo en alza en el mundo.
El Pacto por la Industria Limpia presentado por Ursula Von der Leyen, el programa para proteger el sector europeo de la automoción, el plan del acero que tiene previsto dar a conocer en los próximos días y la decisión de acometer un rearme histórico en Europa para reforzar los sistemas defensivos por el peligro inminente de un estallido bélico con Rusia son medidas que, con su excepcionalidad, contribuyen a elevar la autoestima.
La UE tiene ante sí el desafío de recomponerse como potencia y demostrar su capacidad para poner fin a su deriva con la fuerza de la unidad y el impulso del sentimiento identitario. Solo de esa manera, sin división alguna, se puede poner de manifiesto que el socio fuerte está aquí, sin dobleces, con libertad absoluta para decidir las alianzas.
¿Y qué papel puede jugar Asturias, una región pequeña pero inquieta, en esta mar embravecida por los vientos de guerra? Pues en el aspecto industrial, todo. Los planes de Bruselas mantienen el abanico de oportunidades que ofrece la descarbonización, el avance decidido hacia el autoabastecimiento energético y la industria verde frente a los negacionistas del cambio climático. Expresan una apuesta firme por la reindustrialización del continente con ayudas estatales y mayor financiación, la desburocratización, el respaldo a los sectores estratégicos, la reducción de los precios de la electricidad y la adopción de mecanismos de protección frente a la entrada de productos 'sucios' de terceros países.
La ruta de la UE se basa en las renovables, en la fabricación armamentística y en la transformación del acero. Justo la dieta que sustenta el PIB industrial de esta comunidad. Cabe exigir agilidad, destreza y acierto para no perder el rumbo entre la niebla que impide atisbar el horizonte.
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