Nada más aterrador
La ignorancia y el miedo tienden a originar resultados irracionales, ridículos en muchos casos, como los que cuestionan a nuestros medallistas olímpicos porque el color de su piel no es blanco
El terror y el racismo, cada vez con mayor frecuencia, se utilizan en ficción para crear grandes productos audiovisuales, que sirven tanto de ... entretenimiento como de denuncia social. Tal es el caso, por ejemplo, de las series 'Territorio Lovecraft', de Misha Green -basada en la novela del mismo nombre de Matt Ruff-, o 'Them', de Little Marvin. Terror que nos muestra que, en la mayoría de los casos, no hay nada más aterrador y peligroso que la ignorancia.
Publicidad
La serie 'Them', he de confesar, me ha hecho sufrir. Me he angustiado como hacía tiempo que no me sucedía. Mientras la veía, capítulo tras capítulo, sin pestañear, hipnotizada, un miedo interior constante atenazaba mis sentidos y también mis sentimientos, que aunque tendemos a igualarlos son cosa distinta. Un miedo y una emoción pertinaz de injusticia que, junto con la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, me ha hecho plantearme que todavía nos queda mucho trabajo por hacer en lo referente a la integración racial y social en todo el mundo y, por supuesto, también en nuestro país.
La ignorancia y el miedo a lo que no se conoce son algo natural en cualquier sociedad, pero si no se enfoca o encauza de forma apropiada, es una mezcla que tiende a originar resultados irracionales y absurdas actitudes. Ridículas en muchos casos, pero que pueden volverse temerarias. Posturas que llevan a algunos a cuestionar el origen de los progenitores de nuestros medallistas olímpicos para comprobar cuánto de españoles son en realidad, ya que el color de su piel no es blanco. Acciones que, más allá de la inopia o de la falta de empatía, se salen del anecdotario y demuestran que tenemos ante nosotros un reto complejo y multidimensional debido a la diversidad de elementos y procesos que intervienen en él: la integración adecuada de las segundas y posteriores generaciones de la inmigración. Hijos de inmigrantes nacidos en España, por lo tanto españoles, pero que en demasiadas ocasiones no se sienten como tales a causa de una falta de integración social propiciada por una sociedad que no les acepta como lo que son y les sigue mirando como extranjeros. También por la falta, en considerables casos, de integración de sus propios ascendientes, a los que les cuesta adaptarse y que trasladan sus aprensiones y reveses a sus hijos.
Hemos asistido, desde hace cuantiosos años, a diferentes problemáticas engendradas a la sombra de una mala integración de estas generaciones en muchos países, como EE UU, pero también más cerca, como es el caso de Francia. Países en los que la inmigración inicial ha dado paso a una sociedad multicultural y multirracial que tuvo, hoy todavía, dificultades para que todas las piezas que la conforman se sientan aceptadas y necesarias. Un reto demográfico y social complejo al que España se enfrenta hoy y que necesita ideas, mentes brillantes y, sobre todo, políticas precisas. En nuestro caso, eso sí, contamos con una ventaja y es que, si somos listos -y deberíamos-, corresponde tomar nota tanto de los aciertos como de los errores cometidos en los dos países antes mencionados (elegidos por ser dos de los más representativos a este respecto) y en otros de nuestro entorno. Aprender de ellos y encauzar los posibles problemas antes de que siquiera lo sean. Evitar, en definitiva, convertirnos en el escenario y los protagonistas de una serie de terror televisiva, en la que una firme vergüenza y una ira interior hacia lo que los seres humanos somos capaces de obrar, se mezclan en los ojos de quien la contempla.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión