Basado en hechos reales
Discursos que no tienen que ser verdad, solo tienen que aparentarlo, estar basados en hechos reales. Eso es, sintentizado y explicado de forma ligera, la posverdad
Retorcer la verdad y decir a la ciudadanía lo que quiere oír, obviando los hechos y la propia verdad, la objetiva, se podría llamar mentir, ... pero se denomina posverdad. Adornar, trucar, embellecer o ensuciar la verdad en función de las necesidades. Contarla según convenga. Discursos que no tienen que ser verdad, solo tienen que aparentarlo, estar basados en hechos reales. Eso es, sintetizado y explicado de forma ligera, la posverdad. Y en política, desde hace años, se viene practicando con semejante descaro que, en lugar de resultar algo vergonzoso, se ha convertido en normal. De hecho, ya no lo identificamos como tal, y eso puede ser uno de los motivos por los que las noticias falsas y bulos triunfan con facilidad. Todo parece creíble porque hemos dejado de diferenciar entre la verdad y la posverdad o entre la verdad y la mentira.
Las campañas electorales son el mejor campo de observación y estudio de la posverdad ya que, a un lado y al otro del ring, escuchamos constantes discursos cuyo único objetivo, hoy más que nunca, es vendernos esa posverdad como la única, auténtica e indiscutible verdad. Con las elecciones madrileñas a la vuelta de la esquina, ejemplos tenemos muchos, pero no es necesario ir a unos comicios. Solo deben ustedes elegir a un político, el que más rabia les dé o al que más aprecien, de ustedes depende, echar un vistazo a las hemerotecas e ir analizando sus declaraciones y obras. Encontrarán, por desgracia, más discursos vacíos de los que les gustaría.
¿Y cómo identificar que lo que dicen, esa arenga fatua acicalada de verdad, es en realidad posverdad? En algunos casos puede resultar complicado puesto que hay quien ha perfeccionado sus técnicas a tal nivel que sus alteraciones y adornos son más difíciles de detectar, pero, en general, es sencillo. Les voy a poner un ejemplo de los últimos días para que podamos verlo más claro y voy a utilizar para ello a Isabel Díaz Ayuso, a la que podríamos considerar la reina de la posverdad. Hasta hace unos meses, quizá un año más o menos, la corona estaba disputada entre Casado y Abascal, pero hoy, con las elecciones de Madrid, son Díaz Ayuso y Sánchez quienes luchan por este honorable puesto. El caso es que ella nos puede servir como modelo porque es fácilmente reconocible desde una óptica sociológica y analítica. Vamos allá.
Hace unos días, la madrileña aseguró de nuevo, es un discurso que repite con tesón, que si la gestión de las vacunas dependiera de ella ya se habría vacunado a todos los madrileños. El hecho de que haya o no vacunas suficientes es irrelevante para la presidenta. Y cuando desde diferentes medios de comunicación, partidos o sectores ciudadanos es advertida al respecto, esta se disculpa someramente afirmando que se trata de una forma de hablar; sin embargo, en el siguiente discurso, lo asevera de nuevo. Es decir, ella sabe que lo que propone es inviable, pero lo repite con fogosidad, por lo que acaba quedando como verdad. He aquí la posverdad. Una verdad que no es tal, adornada y manipulada, repetida de forma incesante hasta que, como una gota en una piedra, va horadando la superficie hasta crear un surco, es decir, hasta convertirse en una verdad, en 'La verdad', aunque nunca lo fuera.
Les he puesto un ejemplo muy didáctico de Ayuso, pero, como les indicaba antes, solo deben echar un vistazo a las hemerotecas para descubrir a otros. Desde el que promete un hospital a sabiendas de que nunca lo podrá construir, hasta el que asegura que el virus no existe, aun cuando lo ha padecido. En cultura política se le llama política posfactual, pero quizá fuera más adecuado llamarlo simplemente mentira o falsedad.
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