Desde alguno de los sectores afectados se ha vuelto a plantear la necesidad o conveniencia de una subida del precio de venta al público de ... la sidra, en particular, la sidra natural. Se trata de un asunto al que cuesta encontrarle sentido, para identificar en dónde está el problema, porque el precio de la sidra es libre, no está sujeto a limitación. Tanto el cosecheru de manzana, como el llagareru y el chigreru, tienen derecho a fijar los precios que consideren oportunos para sus productos. En este sentido, solo está vetado concertar la cuantía de esos precios, porque hacerlo equivaldría a ejecutar un atentado contra la libre competencia. Y no es legal. Y no cabría en ningún caso, por la misma razón, plantearse la posibilidad de regularlos, porque es obvio que la sidra no posee la condición de bien de primera necesidad. Ello no impide, sin embargo, la posibilidad de que un observador imparcial pueda congratularse de que la bebida autóctona goza de buena salud en cuanto a su demanda por el consumidor, como permitió anteayer al arribafirmante un somero recorrido por territorio de Bajovilla.
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El paseo no fue un debalar sin rumbo, sino que tenía como destino el acto de dar el nombre de Alcalde Tini Areces al paseo de Poniente. Cantada ya con justa relevancia la brillantez de la celebración, y su feliz desarrollo, quizás merezca la pena, y sea también ilustrativo, referirse ahora de forma somera a algunos aspectos, digamos administrativos, del proceso que fue iniciado por unas decenas de particulares -no por el Ayuntamiento- hace tres años y culminó el pasado sábado. Quede claro: el nombre de paseo del Alcalde Tini Areces al paseo de la playa de Poniente lo da la Autoridad Portuaria de Gijón. El Ayuntamiento de Gijón se limita a apoyar la iniciativa, porque se trata de una parte de la vía pública sobre la que no tiene competencias. Más de tres años no le han bastado al Ayuntamiento gijonés para encontrar un lugar en Gijón -una calle, una plaza, un parque, unos jardines- para darle el nombre de quien fue alcalde de la villa desde 1987 a 1999.
Como remate del que fue un buen día de julio, el acontecimiento sirvió también para tener algún agradable reencuentro. Es el caso de mi amigo Puchades, agudo analista de la actualidad. Ambos compartimos perplejidades por la operación de compraventa del Sporting, Sociedad Anónima Deportiva. Las cifras publicadas acerca de la operación (hasta más de 40 millones de euros) impresionan por su cuantía en relación con lo adquirido puesto que el patrimonio que cambia de manos solo consiste en el nombre -las marcas- de la SAD, el derecho a jugar en Segunda División, los derechos a ser inquilino de Mareo hasta 2026, los derechos federativos de los jugadores de la plantilla y la concesión gratuita de El Molinón durante treinta años (ya se han agotado cinco, por lo menos). Todo intangible.
Para despejar dudas, de momento, lo que está claro, la nueva realidad, es que los nuevos propietarios han aplicado una considerable subida al precio de los abonos aceptada con ovina mansedumbre. Todo lo demás son conjeturas.
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