La camiseta de fútbol
Fiestas ilegales, aforos desbordados, incumplimientos del toque de queda, botellones... La autoridad multa, detiene, juzga. Porque son conductas intolerables que pueden provocar muertes, salvo si llevas una camiseta de fútbol. Entonces son emociones
Me voy a comprar una camiseta de un equipo de fútbol. ¿De qué equipo? Da lo mismo. Yo tengo el mío, pero en este caso, ... daría igual. Solo tiene que ser de fútbol. Masculino, eso sí. Una camiseta que me dé poderes porque, ¿saben?, las camisetas de fútbol tienen poderes. Unos increíbles. No sé si son mágicos, pero hacen maravillas con algunas situaciones. Hagas lo que hagas, te convierten en caballito blanco. Puedes saltarte todas las normas establecidas para hacer frente a la situación pandémica, y puedes, además, saltarte el resto de normas de convivencia social porque la condena general al respecto, sobre todo por parte de las autoridades gobernantes, será tibia y pasajera. Son emociones.
Las camisetas de fútbol te permiten hacer fiestas en las que se quebrantan las normas y cuya investigación acaba en, como dice el refrán, 'mucho ruido y pocas nueces'. Una palmadita en la espalda y un 'que no vuelva a pasar' será el resultado. Puedes actuar como un 'groupie' fuera de sí, totalmente descontrolado, en el funeral de tu ídolo futbolero y nada te pasará. La emoción del momento. Es que el muerto es un muerto especial, porque ya sabemos que en esto de morirse, aunque todos seamos ríos que van a dar al mar, que es el morir, también hay clases, y los futbolistas están por encima de cualquier otro muerto. No solo de los comunes mortales, simples y prescindibles, sino de otros muertos ilustres. Echen un vistazo a la hemeroteca y comprueben funerales.
Si te pones una camiseta de fútbol con los colores de tu equipo favorito, con el nombre de ese jugador al que tanto admiras, puedes ir a gritar, abrazarte, saltar, besarte, etc. con otros como tú en las inmediaciones de los estadios donde el equipo juega. También puedes ir a recibirles o a despedirles. Puedes llorar amargamente cuando pierden, estrechado por otros -a los que no conoces- que, como tú, también lloran. Y cuando gana, ¡ay, si el equipo gana! La emoción entonces es tan desbordante que todos, conocidos y desconocidos, abrazados sin mascarillas, que no dejan expresar bien los sentimientos, pueden gritar y corear canciones, a voz en grito, besarse y saltar. Son emociones.
Si te pones una camiseta de fútbol, también puedes enfadarte más que otros y puedes quemar y arrasar ciudades. Puedes comportarte como un antisistema, de cualquier color. ¿El motivo? A saber. Por todo y por nada. Porque sí y porque no. Porque tu equipo gana o pierde. Porque quizá gane o quizá pierda. Porque... No importa el porqué, simplemente puedes hacerlo y, lo mejor, la condena por tus actos será tibia. Apenas algo que se asemeja a la bronca que un padre echaría a sus hijos, una reprimenda y una advertencia. Luego todo parece volver a la normalidad, nada ha pasado, nada grave, son emociones, hasta la próxima vez porque siempre hay una próxima vez, pero tú no te preocupes. No te agobies porque la camiseta te protege.
Fiestas ilegales, aforos desbordados, incumplimientos del toque de queda, turistas borrachos y sin mantener las medidas de seguridad por las diferentes calles de nuestras ciudades, botellones... Esto vemos cada día y lo condenamos. La autoridad política sale enfadada y transmite su enojo, multa, detiene, acusa, juzga. Porque son conductas intolerables que pueden provocar muertes, salvo si llevas una camiseta de fútbol. Entonces, son emociones. Condenables, pero con la boca pequeña que, además, no representan al colectivo. No así los franceses borrachos, que está claro que representan a toda Francia. O los madrileños que se saltan el cierre perimetral, que representan a todo Madrid. Ocurre igual con los jóvenes de los botellones. Toda la juventud hace botellón y se porta muy mal. Evidente. Condenable. Culpables. Salvo si te pones una camiseta de fútbol.
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