El sino de Casado
Es muy frustrante que uno organice una fiesta de cumpleaños y que en ella se hable de cualquier otra persona salvo del cumpleañero; que otros soplen las velas por ti y que, llegado el momento, quién sabe, #se queden hasta con los regalos
Habrán tenido mucha información en estos últimos días sobre el Partido Popular y su convención nacional itinerante para reafirmar al líder. Cada día, por una ... cosa o por otra, han sido portada o apertura -después del volcán, por supuesto-, de informativos, boletines, periódicos, etc. Y es que un conclave de semejantes características da mucho de sí. Les habrán hablado de los invitados, los cotilleos propios de estos congresos y, claro está, es inevitable a tenor de cómo ha sido su desarrollo, la poca destreza de Pablo Casado en estos asuntos. Un líder que no sabe serlo, obsesionado con convertirse en el guía y norte del resto de partidos situados a la derecha y a la derecha de la derecha. Un día quiere ser Abascal e invita a Alejo Vidal-Quadras, que dejó a los populares para fichar por Vox; y el mismo, sin despeinarse, pretende ser Arrimadas, por lo que también invita a Juan Carlos Girauta, ex de Ciudadanos. Es como el doctor Jekyll y Mr. Hyde, pero sin la conciencia necesaria para serlo, lo que resulta, en el fondo, una mixtura peligrosa. Así, un día defiende 'A' y al siguiente 'B' sin notar en ello ningún tipo de contradicción ni disfuncionalidad.
También habrán leído y escuchado cómo su carisma ha decrecido en lugar de acrecentarse en esta reunión tan 'Made in USA' que han hecho los populares. Cada persona con la que Casado ha comparecido, de un modo u otro, le ha eclipsado. Lleva a Sarkozy y al día siguiente condenan al expresidente francés por financiación ilegal de su campaña en las elecciones presidenciales de 2012. Otro día lleva al expresidente Aznar y este hace lo que acostumbra. Lanzar con mirada aviesa declaraciones que están fuera de todo lugar. Abusar de lo políticamente incorrecto y comportarse como un adolescente malcriado al que, de repente, le dejan sentarse en la mesa de los mayores en la boda. En consecuencia, casi mete al país en un conflicto diplomático con México. Aprieto que Casado, envalentonado por Aznar, no solo no arregla, sino que empeora con unas declaraciones que me hacen recordar aquel refrán que dice que «hay tiempos de hablar y tiempos de callar».
Después de Sarkozy, Aznar y otros, llegó la guinda del pastel: Ayuso. Ella es la estrella del PP, se pongan como se pongan los antiguos líderes, el propio Casado o los llamados barones (vaya tela con el nombre. A estas alturas de la vida quizá fuera bueno empezar a utilizar otros términos más adecuados, que los hay). Ella es la verdadera líder del partido y quien, si se presentara en las próximas elecciones nacionales, se convertiría en presidenta del Gobierno. No Casado. Quizá este pueda rozar la Moncloa gracias a Abascal, sobre todo si el PSOE continúa con su especial deriva hacia la derecha. Sí, han leído bien. Hacia la derecha. Escrivá y Calviño. Calviño y Escrivá. La luz, próximamente el gas, las peleas internas, la resaca pandémica, la crisis económica postpandemia, los catalanes, los emergentes nacionalismos hasta hoy periféricos en otras regiones españolas, etc. también serán decisivos en los comicios. De su buena o mala gestión dependerá, y mucho, la permanencia de los socialistas en la Moncloa.
Sea como fuera, no obstante, tal vez el sino de Casado, llegue o no alguna vez a ser presidente real de algo (de su partido, de la comunidad de vecinos o del gobierno de España) es que las cosas no le salgan bien. No, al menos, como a él le gustaría. Al punto de que entiendo sus sonrisas forzadas y su mirada afligida. Es muy frustrante que uno organice una fiesta de cumpleaños y que en ella se hable de cualquier otra persona salvo del cumpleañero; que otros soplen las velas por ti y que, llegado el momento, quién sabe, se queden hasta con los regalos porque eso, a pesar de las fotos de Valencia, no es descabellado y él lo sabe.
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