Catalunya, en primer plano

Una eventual extradición de Carles Puigdemont a nuestro país para ser juzgado sería un torpedo para el proceso de diálogo

Jueves, 14 de octubre 2021, 03:52

El pasado 15 de septiembre se reunió por fin la Mesa de Diálogo después de un parón de año y medio, por el cúmulo de ... razones que todo el mundo conoce. Esa mesa, de por sí, es un objetivo básico, ya que supone el instrumento de comunicación permanente entre Catalunya y el Estado. Pero ciertamente ha habido muchas dificultades para ponerla en marcha.

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Hay que destacar de entrada la valentía de Pedro Sánchez y de Pere Aragonès para optar por el diálogo y la negociación contra viento y marea. Además, es importante la forma de trabajo que se va a aplicar: la presencia de equipos facilita la objetivación de los temas y aporta un elemento de relación dialéctica muy positivo.

Es evidente que conviene comenzar con temas más fáciles y asequibles para que se vaya ganando en sintonía. Da pena que la primera cuestión de entendimiento haya sido la ampliación del Prat, pues su inviabilidad medioambiental ha frustrado ese punto de encuentro. Pero aún es posible retomar el tema, aunque con parámetros ecológicos indispensables para no desviar la ineludible ruta a favor del clima de todas las políticas de futuro.

Si las cosas ruedan medianamente bien en términos programáticos, no tengo duda de que JxCat se sumará al diálogo, en parte porque es un interlocutor relevante, pero también porque su pragmatismo político les obligará a flexibilizar su posición inicial. En cambio, la oposición españolista, ni en el Estado ni en Catalunya, apoyará ese diálogo/negociación. Su sentido imperial del país no les permite comprender el valor del entendimiento y del acuerdo en una materia que para ellos es innegociable en cualquier aspecto, pues para eso ¡ganaron la guerra!

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Por ello, hay que desear mucha suerte al intento de ambas partes en la Mesa de Diálogo. Solo así se abrirá un camino hacia una solución pactada.

Aragonès fue muy coherente a la hora de mantener el pulso con JxCat, pues sabe que esta oportunidad puede no repetirse en el futuro, sobre todo si la derecha española volviera al Gobierno. Sin embargo, precisamente la pervivencia de la Mesa y algún grado de resultado tangible de la negociación constituye para Sánchez un elemento de soporte de la legislatura, ya que la cuestión catalana no puede quedar en la cuneta sin que esto no implique un fracaso para el Gobierno de coalición.

Ahora bien: la detención en Cerdeña de Carles Puigdemont el pasado día 23 fue un aldabonazo enorme para la estabilidad de la Mesa y, sobre todo, para la situación del conflicto catalán. Su impacto podría cambiar el rumbo de las cosas y perjudicar gravemente las expectativas de acuerdo. Pero la pronta puesta en libertad del ex President favorece la normalidad y evita la distorsión del diálogo.

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Es normal que este acontecimiento suscite la inevitable solidaridad en el ámbito independentista, y acredita la presencia en el lugar de los hechos de la más alta representación de la Generalitat catalana, siguiendo la lógica de que se va a mantener por ahora sin fisuras la defensa de cualquier represalia que se derive de la acción del 1-O, que vincula afectiva y colectivamente a los catalanes más movilizados.

La trama jurídica que rodea la actividad de Puigdemont es demasiado compleja para desarrollarla en pocas líneas. Pero está claro que su condición de Eurodiputado electo le va a permitir no solo preservar en su actividad pública, sino desplazarse por el territorio de la UE con casi total seguridad, exceptuado el territorio español.

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Por mucho que el Tribunal Supremo patrio se movilice, con Llarena a la cabeza, para celebrar cualquier incidente procesal, es claro que nuestra Justicia está fuera de juego en el ámbito europeo y que vive más de bravatas que de acciones efectivas, lo cual es muy de agradecer, ya que la solución de los exiliados por el 1-O tendrá que formar parte tarde o temprano de una salida integral del episodio que sustancie el asunto con perspectiva de concordia.

Una eventual extradición a nuestro país del ex President para ser juzgado sería un torpedo para el proceso de diálogo, puesto que pondría sobre el tapete la cuestión identitaria por encima de la negociación de un acuerdo operativo y ese reto podría desbordar sin remedio la voluntad negociadora de la actual Generalitat. Entre tanto Sánchez solo debe respetar lo que la justicia europea dictamine sin estruendo ni agobio, mientras gana tiempo el acuerdo.

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