8M: cerillas y gasolina

Acusamos a los jóvenes de ser responsables de contagios y muertes mientras defendemos que el próximo lunes, 8 de marzo, se podrán celebrar manifestaciones de cientos de personas

A veces tengo la sensación de estar gobernada por adolescentes en plena pubertad, que no saben controlarse, ni medir sus actos ni sus palabras, apurados ... por un eterno 'carpe diem' que parece estar tatuado en la piel a determinadas edades. Jóvenes inexpertos ansiosos por comerse la vida en un suspiro, en un ahora, sin calcular las consecuencias de sus discursos y sin entender, todavía no, que uno no puede hacer siempre lo que quiere.

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Nuevos aprendices de la vida que olvidan pronto y que pasan de la risa al llanto en un segundo. Aman y odian con tanta intensidad que duele, y mañana no existe porque lo que importa es el hoy, solo el hoy. Adolescentes en pubescencia o punkis dispuestos a quemarlo todo. También podría ser.

En el Gobierno los tenemos a puñados, pero abundan en casi todos los partidos. El último ejemplo de este comportamiento es la insistencia en celebrar manifestaciones el 8 de marzo. Más pequeñas, cierto, pero manifestaciones al fin y al cabo, que según la comunidad donde se celebren pueden llegar a estar compuestas por cientos de personas. En Madrid, por ejemplo, llegarán a las 500. Y si alzas la voz en contra de este sinsentido, porque es un sinsentido celebrar una concentración semejante tal y como ahora están las cosas, enseguida reaccionan como adolescentes enfadados, acusándote de no ser feminista, de no entenderles, de querer acabar con sus ideas, de estar de parte de los otros (sean esos otros quienes sean) y de mil cosas más. Solo les falta cruzar los brazos, fruncir el ceño y decir aquello tan manido de «te odio».

El Día de la Mujer es importante, mucho, y lo defenderé siempre. No creo que sea sospechosa de lo contrario, pero hay momentos para todo. Desde que esto empezó —en unos días se cumplirá el primer aniversario—, he tenido que renunciar a muchas, muchas cosas, incluidos sueños. Y como yo, miles de personas. Millones en realidad, porque esta crisis es mundial. Muchas mujeres en el mundo hemos visto afectados algunos de nuestros derechos y hemos pagado el pato de algunas de las medidas dictadas, pero eso no se arregla convirtiendo el día de la mujer en el material perfecto para que aquellos que quieren eliminarlo, aquellos que defienden políticas que van en contra de los derechos y libertades de las mujeres, lo usen en su beneficio. No les voy a dar ni la cerilla ni la gasolina. No les voy a dar nada. Y por eso no voy a ir a ninguna manifestación este año.

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Nuestras libertades fundamentales se han visto mermadas e incluso algunas eliminadas casi por completo debido a la cantidad ingente de restricciones que vivimos, pero cuando a nuestros políticos adolescentes les conviene, cuando se encaprichan, entonces esas restricciones se relajan para satisfacer sus deseos, con independencia de lo que el sentido común, el más abandonado de todos los sentidos, sobre todo desde que vivimos en pandemia, dicte.

Cada día, principalmente por televisión, nos desquician con imágenes de fiestas y reuniones ilegales en las que se saltan las normas (medidas, aforos, distancias, toque de queda…). Y a los jóvenes reales que salen en ellas, porque son jóvenes en su mayor parte, les acusamos de ser los culpables de contagios y muertes. Les abroncamos a través de carteles, campañas, de mensajes constantes en redes sociales que nos cuestan un dineral porque su actitud está mal, muy mal y debemos decírselo. ¿Qué es eso de juntarse demasiada gente no conviviente, no conocida, fuera de las burbujas sociales, de los círculos? Abroncamos y recriminamos sus comportamientos mientras defendemos que el próximo lunes, 8 de marzo, se podrán celebrar manifestaciones de cientos de personas. No tiene ningún sentido. Ni del común ni de ninguna otra clase. De hecho, es absurdo.

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La coherencia también ayuda y mucho a las causas. La imagen que se traslada es fundamental y hoy, tal y como están las cosas, la imagen que desde algunas posiciones políticas, como es la de Unidas Podemos, se quiere lanzar es un grave error. No nos va ayudar a las mujeres ni a nuestras reivindicaciones. Son cerillas y gasolina.

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