Clave de futuro
La industria asturiana debe renovarse para ejercer la función de continuar como fuerza tractora de la región
Desde la segunda mitad del siglo XIX el progreso de Asturias estuvo ligado al desarrollo del sector industrial. La Fábrica de Mieres (Numa Guilhou) y ... la sociedad Duro y Compañía en Langreo (Pedro Duro) potenciaron la industria del hierro que ya había dado sus primeros pasos con la Fábrica de Armas de Trubia cincuenta años atrás. Aunque pudiéramos pensar que los cambios tecnológicos y la competencia internacional son algo propio del presente, lo cierto es que hace siglo y medio nuestras plantas industriales ya estaban sometidas a la influencia de las innovaciones, las regulaciones legales y los vaivenes del mercado. El cambio de materiales -del hierro al acero-, la necesidad de contar con un arancel, la demanda para prolongar el ferrocarril, así como la aparición de plantas costeras, como la siderurgia de Moreda (Gijón), trajeron periodos de expansión y estancamiento, como ocurre hoy día. Desde entonces, el avance de Asturias se basó en tres apoyaturas: carbón, siderurgia y metalurgia. El camino recorrido desde la primera industrialización fue muy largo y lleno de vicisitudes, pero la producción energética e industrial se mantuvo como el mascarón de proa de la región. Una vez que la política medioambiental de la Unión Europea aceleró el cierre de la minería asturiana, queda el sector industrial como principal actividad tractora. Aunque la industria está relegada en el debate político nacional, lo cierto es que más del 83% de las exportaciones españolas proceden del sector industrial, siendo un factor equilibrador en la balanza de pagos. Es el sector que lidera la innovación en el país, concentrando en la industria manufacturera el 41% de las empresas más innovadoras que representan el 48% del gasto global en innovación.
La Unión Europea había señalado que el sector industrial debía representar el 20% del PIB para 2020. España no lo ha logrado. Bien es cierto que la meta era ambiciosa, prueba de ello es que sólo la han alcanzado la República Checa, Alemania, Eslovaquia y Polonia, entre los 27 socios, pero España se ha quedado entre los últimos países con un sector industrial que no representa más del 14,6% del PIB. En el caso de Asturias estamos tres puntos largos por encima del porcentaje español, pero la tendencia es declinante dejándonos cinco puntos porcentuales en la última década. Cualquier política de relanzamiento de la industria deberá cumplir con las metas marcadas en el plan europeo de descarbonización que contempla la neutralidad de carbono para 2050. La Comisión Europa propuso un objetivo intermedio, consistente en una reducción del 55% de las emisiones de gases efecto invernadero en el año 2030, tomando como punto de referencia el nivel de emisiones de 1990. España asumió el objetivo, otros países, como Polonia, no lo hicieron. Para impulsar la industria hay que realizar cuantiosas inversiones dirigidas a la eficiencia energética. Los cambios tecnológicos van a ir unidos al avance de la digitalización y a la reducción de emisiones en CO2. Este último factor es el más apremiante ya que toda la industria de la UE entra en la cuarta fase que supone una reducción anual del 2,2% de las emisiones hasta 2030. Fruto de la contracción de la oferta, el precio de la tonelada de dióxido de carbono está por encima de los 50 euros. Para algunas industrias, la factura del CO2 se ha incrementado en un 700% en el último lustro. Hay plantas, como la de Asturiana de Zinc, en que el coste energético supone el 60% del coste total de fabricación. Golpeada por el aumento del coste de los derechos de emisión, de la factura eléctrica y la elevación del precio de las materias primas, la industria asturiana se encuentra en una situación muy delicada, con necesidad de invertir para poder tener unos sistemas de producción homologados por la UE y sin un panel de ayudas bien definido que permita planificar las actuaciones. Un rayo de esperanza proviene de Arcelor que ya tiene diseñada una hoja de ruta para la descarbonización integral de las factorías de Gijón y Avilés.
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