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Mientras en Gaza se consuma un genocidio casi silencioso la Iglesia Católica encara una vez más, ritualmente, su destino. Es el último acto del proceso ... pautado del cambio de cabeza visible de la institución. Es el breve tiempo en que el mundo, al menos nuestro mundo occidental, está atento a la Iglesia Católica. Es el breve tiempo en que la Iglesia Católica aún interesa a la gente.
Decía aquí mismo, hace poco, que Bergoglio, Papa Francisco, desde su actitud personal abierta y su talante receptivo, no había realizado ningún cambio relevante en la Iglesia, cambios con trascendencia al menos social, si no doctrinal. Aludía entonces a la discriminación de la mujer en la Iglesia, al reconocimiento de la condición de divorciado, a la aceptación de la homosexualidad, al posible matrimonio de los clérigos.
Pues bien, en el libro papal de Javier Cercas, un alto responsable, muy cercano a Bergoglio, expone su criterio acerca de este presunto inmovilismo. Viene a decir que Bergoglio es un dirigente mucho más partidario de la «sinodalidad» que de la imposición de su criterio personal. Y la sinodalidad viene a ser la conciliación de criterios hasta lograr consensos de equilibrio en evitación de rupturas y parece también que las experiencias sinodales vividas llevaron al ánimo de Francisco la impresión, o la convicción, de que la Iglesia no estaba preparada para asumir ciertos cambios sin traumas internos. Lo cual podría exonerar a Bergoglio en la misma medida en que cuestiona la capacidad de la Iglesia no para adaptarse al mundo, que no es ese el objetivo de ninguna institución religiosa, sino para una mera asunción de la realidad social, para percibir como «normal», ética y moralmente, lo que, moral y éticamente, es normal para la mayoría social, incluida, creo yo, la creyente.
Y subraya el informante que Bergoglio, no obstante, ha efectuado muchos cambios en el interior de la Iglesia, desde su propio estilo de gobierno hasta el cariz de los nombramientos realizados.
En suma, parece ser que, según sus más lúcidos dirigentes, la Iglesia, «maestra de vida» como la historia, aún no está madura para codearse moralmente con sus presuntos discípulos, los católicos en general. Así, la Iglesia podrá celebrar su integridad a costa de profundizar en su progresiva y creciente irrelevancia como referencia moral.
Pero lo importante y lo inconcebible es que en Gaza se planifica el genocidio, niños incluidos, ante los ojos de todo el mundo y el mundo no se hunde. Parece increíble.
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