Lóuvrete sésamo
A quién se le va a ocurrir tratar de robar nada en el más prestigioso museo del mundo con las medidas de seguridad inexpugnables de última generación que tiene que haber allí
Que una furgoneta, un camionín o cualquier vehículo con pinta laboral se arrime a un edificio público entre tíos con mono blanco es lo más ... natural del mundo y si acto seguido despliegan una escalera telescópica y se encaraman a ella hasta el gendarme ocasional lo tomará por labores de mantenimiento, qué otra cosa va a ser, no estamos en una película de Louis de Funes. Al que sí debería extrañarle un poco toda esta trapisonda con ataque a carpinterías exteriores es al propio edificio, es decir, a sus sistemas de alarma y defensa preventiva. Ítem más cuando entran en juego, ya en el interior, máquinas cortadoras y ruidosas que actúan durante minutos, que es un lapso de tiempo infinitesimal o eterno según lo que esté sucediendo en él y no parece que el ataque a una vitrina llena y expuesta sea actividad natural que tienda a pasar desapercibida. Los guardianes no van armados, vale, pero ¿ni siquiera de telefonillo con que dar aviso donde corresponda?
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Se conoce que, fueran los que fueran los medios de seguridad del museo, el principal de ellos era un argumento digamos sicosomático, a saber: a quién se le va a ocurrir tratar de robar nada en el más prestigioso museo del mundo con las medidas de seguridad inexpugnables de última generación que tiene que haber allí. Es argumento irrebatible salvo para empleados y conocedores del establecimiento y perdón si señalo.
El valor de lo robado se califica reiteradamente de incalculable. Seguramente escasearán las tasaciones y las transacciones de material semejante que puedan servir de referencia fiable. Valor estético, el que se le quiera dar a la puxarra ennoblecida.
Y cómo no preguntarse acerca de qué hubiera pasado si hubiera pasado aquí. De entrada, la traca político mediática reclamaría, durante el preceptivo y patético general rasgado de vestiduras, la dimisión irrevocable y sin derecho a pensión cuanto menos de los siguientes activos, de menos a más: azafatas titulares de grupo turístico en trance de aproximación, expendedoras de frutos secos perimetrales al edificio, taquilleras, porteros, ujieres, conserjes, ascensoristas, vigilantes de área, seguratas de zona, gemólogos, orfebres y joyeros de sala, vicecónsules y cónsules de prevención, meritorio, agregado, subdirector y director del museo, concejales y consejeros autonómicos, directores generales, ministros y ministras del ramo, presidente del gobierno. Eso sí, dimisiones efectivas algunas menos.
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Y, a todo esto, en Francia tan tranquilos.
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