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En una época remota, feliz y atareada pasé cantidad de sucesivas Ferias de Abril en Sevilla y ni una sola Semana Santa. Y no por ... cuestión de gustos, aficiones o querencias sino por mera cosa del calendario, el académico mayormente. La Semana Santa era el fin del trimestre más largo del curso mientras que la feria, normalmente separada de la anterior un par de semanas, pillaba ya en la antesala problemática del final del curso. Total, que tengo del evento procesional un conocimiento de origen variado, sin excluir referencias directas de protagonistas, pero nada vivido más allá de ocasionales contactos con procesiones de por aquí que, según todos los indicios, tienen distinto carácter que las de por allá.
De aquellos tiempos que evoco a los actuales el mundo ha cambiado mucho más que la Semana Santa que sigue siendo lo que era: fiesta y penitencia, si bien las proporciones de ambos ingredientes se han invertido, de entonces a acá, de forma radical si es que algo de penitencia queda, que quiero creer que sí aunque solo sea por interés antropológico. Ocurre que la componente religiosa que impregna tantos acontecimientos comunes en España va quedando relegada, diluida y casi oculta en muchos de ellos y en los relativos a viernes como el de hoy –que habrás observado que en el título ya va escrito en plural– conserva toda su figuración espectacular pero lo que un día fue vivencia compartida por protagonistas y espectadores hace tiempo ya que va virando a espectáculo, –«ventana que da a la noche se ilumina de improviso…»– y espectáculo tanto más poderoso y sorprendente cuanto más anacrónico y es que quizás lo último que sobrevive en las religiones es la escenografía, desde la propia liturgia hasta la respuesta popular, y no sé si alguna otra religión las gozará tan expresivas, solemnes y literarias como la 'nuestra', la cristiana en su variedad católica a la que, cuanto menos, hemos de agradecer el estímulo y el mecenazgo que propició la obra de tantísimo artista de toda modalidad creativa y que tiende a redimir de sobra cerrados, censuras y represiones hasta el punto de que me atrevería a decir que esta faceta impulsora e incentivadora podría ser, a partir de los resultados estéticos obtenidos, el más valioso legado histórico que hemos recibido desde instancia religiosa y valga la impiedad que puede suponer lo dicho «…y en ella una voz, saeta, canta o llora que es lo mismo».
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