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Se vivió el martes pasado en la Junta General el episodio más bochornoso de la legislatura presente y, me atrevería a decir, de los últimos ... años. Un duelo de reproches entre el presidente del Principado, Adrián Barbón, y el líder del PP regional a cuenta de unas llamadas de teléfono sin responder y un posterior combate dialéctico entre el vicepresidente de la Junta, el popular José Agustín Cuervas-Mons, y el presidente del Parlamento, Juan Cofiño, que acabó con la expulsión del primero. Esperábamos que ayer, en la segunda del pleno, en la que se reserva para que los portavoces de los grupos interroguen a Barbón, los cuatro protagonistas del espectáculo lamentable que vivimos el día anterior pidieran perdón a los asturianos por no haber sabido estar a la altura que se espera de ellos. Pero vamos, está visto que es más fácil ver a Lamine Yamal marcando goles en el Bernabéu con la camiseta del Real Madrid que a un político pedir perdón.
¿Pero qué es lo que tanto encendió a Barbón que llevó a esa reacción tan impropia de él? Todo viene de una llamada de teléfono no respondida. Pero vayamos semanas atrás. Cuando el presidente del Principado nombró a Belarmina Díaz consejera de Transición Ecológica, el pasado 30 de enero, una de las primeras llamadas que recibió para fecilitarla fue la del presidente del PP de Asturias, Álvaro Queipo. Entre ambos, o al menos así lo afirmó el líder popular en unas declaraciones publicadas por EL COMERCIO el 31 de enero, había una rerstrecha relación personal: «Conozco a Belarmina Díaz y la relación personal con ella es muy buena», dijo Queipo entonces.
El trágico accidente de Cerredo el 31 de marzo pasado en el que murieron 5 mineros puso a Belarmina Díaz en el centro de la diana de la batalla política. Incluido el PP. «No puede seguir ni un minuto más», dijo Queipo el pasado 11 de abril.
El aumento del tono contra ella no gustó a la ya exconsejera. El pasado fin de semana decidió llamar al presidente del PP para hablar con él, informarle de los avances de la investigación y pedirle que no utilizara el dolor de las familias de las víctimas. Fueron intentos vanos, porque el teléfono de Queipo no fue descolgado. Tampoco respondió a los whatsapp enviados por Díaz entonces para intentar contactar con el presidente del PP. Tampoco hubo respuesta.
Belarmina Díaz le echó en cara este desplante de a quien tenía por persona 'amiga' a Queipo. Fueron sus últimas palabras pronunciadas antes de anunciar su dimisión y recibir el abrazo de su presidente. Mientras se fundían en él, Queipo desde su escaño dijo «qué vergüenza». Y todo explotó. El resto de la película, ya es conocida. Y los asturianos, abochornados, víendolo por la tele.
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