De cobardes y vasallos
David del Amo
Jueves, 17 de abril 2025, 02:00
Secciones
Servicios
Destacamos
David del Amo
Jueves, 17 de abril 2025, 02:00
La figura del chivo expiatorio es una constante en la historia de la humanidad y ha sido una herramienta utilizada por los poderosos frente a ... los más vulnerables. Es innumerable la literatura que describe –no siempre como trama principal de la obra– la acusación de robo, crimen o delito de un amo hacia su criado que, dispuesto como ha estado de servir a sus intereses, incluso de limpiar su mierda o la de su santa progenitora, a cambio de dinero, piensan que además le da derecho a manipular la percepción de lo acontecido y desviar la atención de sus propios actos.
Y no se piensen que forma parte únicamente de la literatura, o de relatos de tiempos pasados, después de todo, ¿qué mejor manera de desviar la atención de su propia incompetencia, o en el mejor de los casos proteger a otros con un poder superior, que acusar a aquellos que no tienen el poder para defenderse?
Esta semana, sin ir más lejos, hemos leído y escuchado a gente que se cree poderosa, haciendo de nuevo exactamente lo mismo que cualquier miserable de una novela de Kate Morton; en El jardín olvidado, una criada es acusada de robar una joya, cuando en realidad la verdadera ladrona es la esposa del dueño de la mansión. Vale que en este caso lo de encubrir a la esposa es un poco más difícil, por ausencia de matrimonio, y hasta de compromiso previo, pero el miedo hace al cobarde igual que el poder hace vasallos, así que el actual presidente de Emulsa y su otrora becario venido a secretario político, deciden acusar a quien limpia la ciudad nada menos que de robar al ciudadano. Como lo leen.
Porque para ellos cobrar un salario digno por hacer lo que tú no quieres hacer, es robar; pretender incluso mejorar sus condiciones laborales, al igual que lo hace el resto de la sociedad, es desproporcionado, porque «ya tienen unas condiciones demasiado buenas», sin pensar que acusar de esto a quien retira la caquita abandonada en la acera de tu calle, a quien limpia el suelo que pisarán tus hijos para ir al colegio por las mañanas, o a quien recoge la basura es tener tan poco tacto –el resto de calificativos los dejo a su elección– como el que insulta al camarero que le va a servir la sopa. Buen provecho.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.