Díaz a través del espejo
Alicia y sus aventuras nos sirven hoy para explicar el temor que en Moncloa sienten por una ministra muy inteligente y válida, que ha puesto en jaque al Gobierno y su corte de lisonjeros
Yolanda Díaz me recuerda a Alicia, la protagonista de los libros del británico Lewis Carrol, y no por una cuestión física -que también. Supongo que ... por la influencia de las adaptaciones cinematográficas-, sino porque la imagino en los pasillos del poder, del Parlamento, el Consejo de Ministros y Moncloa, harta de escuchar a la Reina de Corazones gritando aquello de «que le corten la cabeza».
Es lo que tiene dedicarse a los libros y quererlos tanto, que en ellos siempre encuentro ejemplos o paralelismos con los que contarles la realidad, en la mayoría de los casos, debo reconocer, menos colorida y más anodina que la que se vive dentro de las páginas. Alicia y sus aventuras nos sirven hoy para explicar el temor que en Moncloa sienten por una ministra muy inteligente y válida, que ha puesto en jaque al Gobierno y su corte de lisonjeros. Una mujer capaz de sortear con agilidad y elegancia, al menos hasta el momento, juegos, trampas, engaños y enredos constantes, cada vez más si se fijan con atención, urdidos desde dentro y desde fuera para hacerla caer, dar media vuelta y dejarlo estar. Quieren que sea una buena niña, complaciente, buena y obediente, la Alicia de Bunbury, «Alicia ni supone ni piensa,/ con la luna por cerebro», pero ella es otra Alicia. La que quiere saber más, cruzar la puerta, perseguir al conejo y llegar hasta el final, sea cual sea ese final. Además, está segura del camino que debe recorrer y no le da miedo hacerlo, a pesar de la gran cantidad de enemigos que eso le acarrea.
Respecto a los enemigos, no solo tiene Yolanda Díaz a la Reina de Corazones antes mencionada, su consorte y a todo su ejército de cartas, con la sota al frente. También tiene, por supuesto, a la Reina Roja. Muchos son los que confunden a ambas monarcas y creen que son la misma, pero, ojo, más allá del color, poco tienen que ver. La Reina de Corazones, perteneciente al libro 'Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas', es más visceral y caprichosa, más impulsiva y voluble. Por su parte, la Reina Roja, personaje de 'A través del espejo y lo que Alicia encontró allí', es elegante, serena y maquinal. Bien, aclarado esto, me temo que tendrán que modificar esa idea inicial que estoy segura de que ya se han formado sobre este asunto y que les ha hecho suponer, cuando han leído el primer párrafo de este artículo, que la Reina de Corazones era Nadia Calviño. No, lo siento, no es ella, aunque quiera la cabeza de Yolanda Díaz. Nadia Calviño es, así lo creo, la Reina Roja. Es más templada y fría, más elegante también, y toma las decisiones de un modo mucho más meditado de lo que lo haría la Reina de Corazones.
Sé que tras leer estas comparaciones, habrá quien me recuerde, al más puro estilo Pepito Grillo -que es de otra ficción pero tiende a colarse en las historias de otros-, que Alicia, al final del segundo libro y de la partida de ajedrez que se ve obligada a jugar durante el transcurso del mismo, desde que cruza el espejo y se adentra en esa nueva aventura, zarandea a la Reina Roja por ser la culpable de su fracaso hasta que esta se transforma en un gato y que así despierta del sueño que ha sido todo. Efectivamente. Un sueño. Ya saben de dónde nacen esos finales tan polémicos y célebres de algunas series y películas. Todo está en los libros. Pero les diré que el sueño de Alicia quizá era en realidad el sueño del Rey Rojo, dormido encima del tablero durante toda la partida y toda la historia. Sobre quién es la Reina de Corazones y el Rey Rojo, se lo dejo a su libre interpretación, que los finales cerrados están sobrevalorados.
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